HOMILÍA DEL OBISPO DE ALCALÁ PRONUNCIADA EL 15 DE MARZO EN LOS CULTOS DE LA VIRGEN DEL OLVIDO

 

HOMILÍA.

Excmo. Y Rvdmo. Mons.

  1. Juan Antonio Reig Pla.

Uno está siempre tentado a renunciar a la libertad. Caminar por el desierto es difícil, y siempre nos viene la tentación de volver a Egipto, a lo menos allí podíamos comer, es lo que le pasa al pueblo de Israel.

“Porqué nos has sacado a este desierto”, el pueblo murmura, murmura de Dios y murmura de Moisés. Caminar por el desierto no es fácil, ya hoy para nosotros como imagen de lo que sucedió en Israel podemos decir que caminamos por el desierto cultural; no vemos los signos de la presencia de Dios y podemos caer en la misma tentación de murmurar contra Dios y contra Moisés.

Nosotros contemplamos cómo nuestro pueblo continuamente es mordido por la serpiente y cómo algunos caen incluso con esas mordidas. Caminar por el desierto y no tener a quien mirar es verdaderamente difícil y a veces se hace imposible.

Hoy sentimos los católicos una orfandad en el campo cultural, en el campo político y en el campo social. Muchas de nuestras familias han sido destruidas, ni si quiera tenemos el habitad diríamos el más elemental para poder crecer, para poder desarrollarnos como personas, como hijos de Dios creados a imagen y semejanza hechos hijos de Dios por el Bautismo, y por eso hemos de redoblar nuestra confianza en el Señor, y no renunciar ni un ápice a lo que significa la libertad de los hijos de Dios que  abrazan la verdad, quieren construir con la gracia de Dios el bien.

Porque este es el sentido original de lo que somos; somos inteligentes porque así Dios en su sabiduría lo ha querido; somos libres pero con una libertad que hay que conquistarla todos los días para no confundirla con lo que son nuestras emociones, nuestros sentimientos, nuestros movimientos primarios; libertad significa autogobierno, autodeterminación desde la verdad y el bien.

Como estamos heridos con el pecado de origen y con nuestros propios pecados, y vivimos en un mundo donde reina también el pecado nos resulta difícil mantenernos en pie y conquistar diariamente con la gracia de Dios la libertad. Pero nosotros no hemos nacido queridos hermanos para ser esclavos. La esclavitud no solo atenta contra nuestra dignidad, lo que Dios ha pensado y ha querido en  su infinita sabiduría sino que nos destruye. Nos destruye como personas y nos destruye como hijos de Dios. Verdad que en algunos momentos puede dar la impresión y la apariencia que se vive mejor en esta esclavitud cultural, acomodándose  a lo que el tiempo da de sí, pero renunciando a lo que es más importante que es esa sustancia del alma que Dios ha infundido en cada uno de nosotros. Renunciar la libertad es destruir a la propia persona.

 

Pero no son suficientes nuestras fuerzas, necesitamos un corazón redimido y es lo que nos ha dado la gracia del bautismo. Esa es la fuerza que puso en nosotros la confirmación cuando se nos infundía el Espíritu Santo para dar testimonio de nuestra fe. Y ese es el regalo que recibimos a medida que nos acercamos a purificarnos de nuestros pecados en el sacramento de la penitencia y participamos de la eucaristía que es el mismo Cristo en nosotros, que a través del Espíritu puede gobernar nuestra vida y darnos como regalo de su gracia la verdadera libertad. No somos, insisto, un pueblo de esclavos, aunque nos resulta difícil mantenernos en pie tenemos siempre cono estandarte la libertad de los hijos de Dios.

Para no caer en la murmuración, para no caer en la fatiga y en el cansancio de todos los días en este desierto cultural político y social, necesitamos un punto de referencia. Lo que aparece en este texto del libro de los números del antiguo testamento es algo misterioso: Yahvé le dice a Moisés que coloque en un estandarte una serpiente de bronce; se manifiesta un Dios poderoso, pero a la vez misterioso. Es el mismo que ha abierto caminos en el mar, es el mismo que mandó a Moisés golpear la roca y salió agua, es el mismo que nos ha alimentado con el maná y con los codornices, es un Dios poderoso pero a la vez cargado de misterio.

Es una imagen simbólica que es difícil de interpretar incluso en este texto del antiguo testamento, pero es un punto de referencia.

En la noche es suficiente el faro para orientar el barco que navega por el mar incluso que  puede navegar en  aguas que sean verdaderamente cargadas de fuerzas, aguas que sean difíciles de gobernar en la barca pero es suficiente un faro para orientarnos y dirigir la nave hacia el puerto.

Nuestra tierra de provision ahora no es Canaán; que es una tierra que Dios dio dando la identidad a su pueblo. Nuestra tierra, la que el Señor nos ha prometido es la gracia de Dios en nosotros, que nos hace vivir allí donde Dios nos construye una ciudad para nosotros, que es la Iglesia católica, donde, conducidos ahora con el sucesor de Pedro, el Papa Francisco, nosotros caminamos como un pueblo, pero un pueblo redimido, pueblo sanado, a través de la palabra de Dios y los sacramentos. Por tanto liberado el corazón, para que libres de nuestras pasiones y de aquello que puedan someter en la esclavitud podamos construir día a día desde la humildad pero construir bien que va siempre pegado a la verdad.

Hemos de levantar los ojos; no se trata ahora de mirar este mundo misterioso de una serpiente de bronce que no era más que una imagen, tipo de lo que Jesús nos dice  en el evangelio “Cuando sea levantado el hijo del hombre, atraeré a todos hacia mí”. Es lo que ocurre en estos momentos, en lo que san Juan describe la gloria del Señor en la cruz, pues algo diriamos tan nuevo que nos hace mirar a aquel que desposeyendose así mismo en su humanidad va a revelarse con el don de su propia persona para que conozcamos hasta donde llega el amor de Dios.

En  eL antiguo testamento, cuando ya se tiene una tierra, se ha construido el templo de Jerusalén; ofrecían sacrificios y holocaustos para alabar y bendecir a Yahvé, para también espiar los propios pecados con todo sus ritos y ceremoniales. Lo que no podíamos nosotros nunca imaginar, es que estos sacrificios de animales, iban a ser sustituidos por el único sacrificio que de una vez para siempre el Señor ofrecerá para nuestra redención; para sacarnos de la cárcel redimidos  y libres para caminar como un pueblo que tiene como estandarte la libertad. Quién es el que se ofrece en la cruz, Dios mismo humanado, hecho carne, el que nació de la Stma Virgen María por obra del Espíritu Santo y El va voluntariamente a la cruz. Disputa ahora con los fariseos: “Si conocierais a mi Padre y si vierais que estoy haciendo lo que el Padre me ha encargado comprenderíais que yo soy.” (Yo soy es el título que le dio Yahvé a Moisés en la zarza del Sinaí; la zarza que no se consumía.) Si me preguntan quién es, qué digo “YO SOY”. Si conocierais a Dios mi Padre comprenderíais que yo soy.

Yo soy es Dios hecho hombre, que se ofrece voluntariamente en sacrificio sustituyendo el sacrificio de los animales y los holocaustos para ser él mismo quien expresa la auto donación suya radical, hasta derramar su última gota de sangre, el amor que Dios tiene por nosotros.

Eso es nuestro estandarte; porque el amor es el contenido de la libertad. Solo que nuestra libertad está engrandecida con el don de Dios quien por el Espíritu Santo capacita esa libertad para expresar el máximo don como Él.

España necesita volver la mirada a Cristo; cuando el hijo del hombre sea levantado no tenemos otra salida. ¿A quién hemos de mirar?, ¿hacia dónde podemos dirigir nosotros personalmente, familiarmente, socialmente, políticamente, nuestra mirada?. hacia Cristo. Él es la roca que puede sostener el edificio de mi vida personal, la de cada uno, El  es la roca donde se edifica la familia cristiana, Él es el sustento y fundamento de nuestras relaciones personales y las instituciones y Él es quién debe inspirar a aquellos que nos gobiernan para gobiernen desde el bien común con justicia y con libertad para los aquellos que son hijos de Dios.

Todo esto, está muy velado en estos momentos, está oculto y por eso en  nombre de la libertad se están destruyendo tantas cosas, y en nombre de lo que sería una idolatría de la libertad, una idolatría del proceso. En definitiva poner al hombre en lugar de Dios. Esto ha ocurrido muchas veces a lo largo de la historia y también ocurrió en la época en que Sor María Dolores Patrocinio tuvo que vivir en el convento de Caballero de gracia y tuvo que expresar allí con gestos extraordinarios lo que significa la presencia de Dios, la presencia de Jesucristo en una alma que es dócil, es humilde y se deja conquistar por su amor. Concluye esta primera parte.

Hoy la iglesia, en este martes de la semana de pasión, nos ofrece este signo que es verdaderamente extraordinario. Nosotros hemos conocido a Dios en el crucificado. Dios que se ha puesto al servicio nuestro hasta el extremo, Dios que se ha dado total y radicalmente por amor a nosotros para que saliéramos de la esclavitud del pecado, para que pudiera reinar en nosotros su libertad. La libertad que  hace posible la redención y la presencia del Espíritu Santo en nosotros; por lo tanto, tenemos a dónde mirar.

Es bueno que en estas celebraciones mensuales que tenéis volvamos juntos la mirada a Jesucristo

Sor María Dolores Patrocinio, tuvo la gracia particular, extraordinaria de muchas revelaciones; la revelación del Cristo de la palabra que ella interpretaba como quien le pidía que fuera su esposa.

Este trato esponsar es para cada uno de nosotros es la expresión del bautismo, el bautismo nos lleva a una relación nupcial con  Cristo, porque ahora su Cruz acaba de estar aquí en el santísimo sacramento y se va a actualizar en el sacramento del altar,  la Eucaristía lo que llamamos la santa misa.

El único sacrificio que se entrega una vez para siempre. Que atreves del sacerdote se hace presente para nosotros.

Si ella lo pudo ver en esa imagen del Cristo de la palabra, incluso ver cómo derramaba su sangre el Cristo que tenía en su celda, son, diríamos hechos extraordinarios.

Nosotros no los necesitamos; los miramos en ella y nos sentimos confortados, pero el Señor nos hace el milagro todos los días de hacerse presente en la humildad de los sacerdote que reclaman su presencia en la Eucaristía donde se actualiza la entrega total por nosotros, en el cuerpo glorioso que se entrega por nosotros y en la sangre derramada para nuestra redención para el perdón de nuestros pecados.

La Eucaristía, queridos hermanos, es la tierra prometida, el cielo en la tierra, es el espacio que despierta en nosotros en el mismo dinamismo que llevó a Jesucristo a la cruz. Por lo que es lo mismo el contenido de nuestra libertad. ¿Para qué somos libres? Para amar, para hacer de nuestra persona un don, cada una en su propia vocación, para vivir el mismo dinamismo que despierta la eucaristía en nosotros, que es el cuerpo que se entrega y la sangre que se derrama.

Sor Patrocinio lo entendió muy bien y el señor le regaló gracias espectaculares desde el éxtasis, pero no sin persecución, no sin sufrimiento, no sin una pelea continua con el demonio. Eso le pasó a ella de manera extraordinaria y nos pasa a nosotros cada uno en su medida en las responsabilidades que el Señor nos ha dado. Pero, nosotros hemos contemplado el amor en el crucificado y hemos sido alimentados no con el maná, sino con el pan mismo del cielo. Llamamos pan de los ángeles que despierta en nosotros por el Espíritu Santo la fuerza y la capacidad de hacer de nuestra vida una entrega y un don en combate continuo con los demonios.  En combate continuo con aquel que nos quiere arrancar del suelo donde el Señor nos ha colocado que es la Iglesia católica, para construir con otros el espacio donde se dignifica  la vida humana y la vida de los hijos de Dios y se puede vivir la vocación al amor, en las relaciones interpersonales de manera particular en el sacramento del matrimonio y en lo que es esa realidad de comunión de personas que es la familia en unas relaciones entre unos y otros, en la sociedad y constituciones y también con la caridad política con aquellos que nos deben gobernar según los principios mismos de lo que es la recta razón y lo que el Señor nos ha revelado como expresión máxima de lo es la plenitud del hombre.

Tenemos mucho trabajo hermanos queridos, por eso hemos de redoblar nuestros esfuerzo y renovar y reavivar nuestra esperanza. ¿Por qué? Porque somos los únicos que tenemos un punto fijo donde  mirar. Ese punto permanece siempre, ese farro está encendido permanentemente y en la noche oscura,  que  estamos viviendo culturalmente, políticamente y socialmente resplandece la luz de Cristo que es ya el Cristo glorioso porque la luz era su trono de gloria tal como lo lee en el evangelio de San Juan y nosotros hemos comprendido que el resucitado es el crucificado que mostró a Tomas sus llagas.

Sor Patrocinio la sierva de Dios, le regaló el Señor también el poder manifestar en su cuerpo las llagas de Jesucristo dándonos un signo de lo que es la humanidad de Cristo que está ahora gloriosa intercediendo por nosotros en

los santuarios del cielo y ejemplarizando en tantos que desde San Francisco de Asís han ido recibiendo los estigmas para hacernos evidentes los signos de aquel que se ha entregado totalmente por nosotros.

Camino más corto para comprender todo este misterio es esa misión que tiene ella que cuando orando en la comunidad recibe esa misión de la Virgen María que con San Miguel le presenta esta imagen custodiada en Guadalajara y que tenéis aquí una réplica  de la que llamamos Virgen del Olvido triunfo y misericordias. Esas son las entrañas de esta tierra nuestra que se llama España.

España sin la Virgen María no se entiende. San Juan Pablo II  la llamó con gozo tierra de María. Es así porque está sembrada nuestra tierra con imágenes de la Virgen María que a lo largo de tantos años de historia nos ha ido acompañando en el  caminar de nuestro pueblo y a ella hemos de invocar continuamente y no tenerla en el olvido, no guardarla en el desván, sino de ella, cogidos de su mano poder caminar en la dirección del faro que es la cruz de nuestro Señor Jesucristo, para que con Él nosotros podamos construir el espacio habitable, que no sea un desierto sino un vergel donde podamos vivir en paz en comunión de hermanos, los que somos creados a imagen y semejanza de Dios y hechos por el bautismo hijos de Dios. El proyecto de la Iglesia es construir socialmente en el desierto un vergel.

Dios hace un vergel mas por pequeños espacios que empiezan por ser cada uno de nosotros, nuestra propia familia, el hábito donde nos desenvolvemos, allí donde repartimos la fe con otros y cada uno de esos espacios son un oasis que va ganando terreno al desierto, y solo así, interrelacionando los oasis   se puede construir si Dios nos lo concede un vergel que venga a sustituir este desierto cultural en esta noche donde se hace muy difícil permanecer en pie y permanecer en la fe. Estupendo que vosotros podáis reunir por lo menos una vez al mes, estar aquí acompañados por las hermanas Concepcionistas Franciscas que os ceden este espacio para volver a beber de las aguas frescas de la palabra de Dios, alimentarnos con el sacramento de la penitencia purificando nuestros pecados y vivificando nuestro corazón y nuestra libertad con la eucaristía para que el Señor nos dé la fuerza para construir espacios donde se viva el designio de Dios que son vuestras  familias y desde allí ir tejiendo todo lo que puede ser  momentos de renovación porque hemos de ver nosotros renacer la esperanza porque la esperanza cristiana no es un grito en el vacío, no es ni si quiera estar esperando que vendrán momentos mejores, es con la gracia de Dios contrayéndolo todos los días, con la seguridad que nos da esta virtud teologal de que la victoria ya se ha dado, luego lo que queda son pequeñas escaramuzas y batallas que las hemos de ir combatiendo todos los días pero ya la guerra ha sido ganada, y ya el Señor ha resucitado, lo celebremos dentro poco cuando la iglesia en la vigilia pascual dé este grito ,que aquel que viene del abismo y resucita para  que cantemos durante cincuenta días “este es el día que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestra gozo”.

Queridos hermanos; nada de desánimos, nada de estar murmurando contra Dios, hemos de amar intensamente a la Iglesia nuestra madre y con ella hemos de construir espacios de verdadera libertad para amar no para otra cosa porque la libertad no se sirve así misma sino tiene como contenido en el amor y el amor es concreto, es amar a lo que es tu esposa, tus hijos, aquellos que trabajan contigo, y así vamos haciendo ese espacio de desierto que nos condena a un individualismo a atroz, el espacio de la comunión.

Son muchas las fuerzas que tenemos razones en contra casi somos más pequeños que David  frente a un Goliat inmenso. Pero nosotros como Él, invocaremos el nombre del Señor. Con la asistencia de la Virgen María trabajaremos  todos los días allí donde cada uno esté seguro de la victoria aunque no la veamos nosotros, pero la sembraremos como la sembraron tantos confesores, tantas vírgenes, tantos mártires a lo largo de toda toda la historia de España.

Vamos a continuar con esta celebración de la eucaristía, nosotros vamos a hacer nuestra profesión esta tarde que a María no la olvidaremos, la llevaremos continuamente en nuestro corazón, ella será nuestro escudo y nuestra defensa y a ella nos consagraremos como hijos.  De toda manera que  nos enseñe la sabiduría de los humildes, de aquellos que dejan que Dios actué en su vida, y veréis cómo la omnipotencia de Dios es capaz de curar todas las mordidas de la serpiente que no nos asusten, el Señor es el médico que cura todas las enfermedades, su omnipotencia es infinita y se manifiesta en su misericordia, y Él se apiadará de su pueblo, se apiadará de nosotros para que contando nosotros con la ayuda de su gracia, todos los días podamos construir la paz individual, la paz familiar y la faz social de nuestro pueblo.

Y así sea queridos hermanos.