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Forma la tropa en la calle del Caballero de Gracia con el cruce de la calle del Clavel. Hoy no es día de instrucción y por eso llevan munición real, han dejado en el cuartel las balas de fogueo, porque van a asaltar… ¡Un convento de clausura!, el monasterio de las Concepcionistas Franciscanas del Caballero de Gracia, donde reside Sor Patrocinio, una monja de 24 años a la que conoce todo el mundo, porque se le apareció la Virgen en Madrid en 1831.

Madrid y 9 de noviembre de 1835. Se llevan detenida a Sor Patrocinio, porque así lo ha tramado el político del momento, Salustiano Olózaga, líder del partido liberal más sectario al que por iniciativa suya dejan de llamar «partido exaltado» para denominarlo «partido progresista». Así suena mejor; sin duda, Salustiano Olózaga es listo como pocos, pero también malo como un diablo y un cobarde, que se esconde detrás los fusiles de la Milicia Urbana para satisfacer sus más bajos instintos y por eso en lugar de trasladar a Sor Patrocinio a la cárcel, la retiene en una casa de mala fama que regente Manuela Peirote. Pero Sor Patrocinio no cede y por gracia extraordinaria no le va a poder tocar ni el borde de su hábito. Y como el sucio deseo incumplido del cobarde se transforma en venganza, Sor Patrocinio es condenada injustamente a un destierro de más de nueve años por no haber hecho nada.

El suceso se comenta por todo Madrid, porque el convento del Caballero de Gracia es muy popular. Desde que el Papa Gregorio XVI aprobó la aparición de la Virgen a Sor Patrocinio el 13 de agosto de 1831, bajo la advocación de la Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordias, los madrileños han respondido a la llamada de la Señora del Cielo y acuden masivamente a implorar su protección.

Así es que en marzo de 1836, lo mismo que los sectarios decidieron en las logias los asesinatos de los frailes de 1834 y 1835 en Madrid, Zaragoza, Reus y Barcelona, ahora expulsan de los conventos a todos los religiosos varones y obligan a cerrar los conventos de monjas con menos de veinte profesas y prohíben que en una localidad pueda haber más de un convento de la misma orden. Y por este motivo, cuando declina el verano de 1836, la abadesa del Caballero de Gracia, la Madre Pilar, se encamina con sus monjas del Caballero de Gracia a la calle Toledo de Madrid, para reunirse con sus hermanas de la misma Orden en el popular convento de La Latina. No se van de mi memoria los inventarios que he visto en los archivos de semejante expolio: «tres ollas, cuatro sartenes, veinte tenedores de hierro, quince cobertores de cama, dos colchones…!» ¡Miserables, las expulsan sin nada y hasta les quitan los dos colchones que tenían reservados para las enfermas, pues las demás no los usan! Y con las concepcionistas salen también los restos mortales del Caballero de Gracia, que reposaban en ese convento desde hacía dos siglos y son trasladados al Oratorio del Caballero de Gracia, donde actualmente se encuentran.

Tras la salida de las monjas, los liberales cubren el convento con esa gran mentira que sostiene que la desamortización de Mendizábal lo que pretendía era poner en circulación unos bienes muertos e improductivos para enjugar la deuda del Estado, hacer propietarios a una gran masa de españoles y crear riqueza. Cuando la verdad fue más simple y más chusca: quitaron a la Iglesia su patrimonio para provecho y beneficio de unos pocos, empezando por el propio Mendizábal que participó en la rapiña y se quedó con una parte importante de uno de los mejores conventos de Madrid. Y con él todos sus cómplices de ese inmenso latrocinio, en palabras de Menéndez Pelayo, que por suerte para su fama solo se ha estudiado hasta ahora con el Boletín de Ventas de Bienes Nacionales, donde no figuran sus nombres. Los nombres de los verdaderos propietarios los hemos descubierto en un archivo importante y espero que de aquí a unos meses queden todos al descubierto en un próximo libro.

Madrid y septiembre de 1836. Saquean el convento del Caballero de Gracia, arrebatan todas sus pertenencias y el Estado se apropia de la iglesia y del edificio conventuales, 34.027 pies cuadrados que se los entrega a precio de ganga a un francés que se llama Pedro Adolfo Deville en el mes de enero de 1838. Y ahora sí que se cumplen los propósitos antirreligiosos de los sectarios, porque Deville responde por su parte, derriba el convento y entierra bajo los cascotes del convento de Caballero de Gracia la devoción que tantos miles de madrileños tenían a la Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordias.

A la vuelta del primer destierro en 1844, Sor Patrocinio se incorpora a su comunidad que estaba en el convento de la Latina. Seguía siendo abadesa la madre Pilar a la que, tras su muerte en 1849, sucede en el cargo Sor Patrocinio. Pocos años después Sor Patrocinio marcha con diez monjas a fundar a Torrelaguna y la comunidad del Caballero de Gracia sigue su curso, residiendo de convento en convento hasta encontrar la actual morada de la calle de Blasco de Garay de Madrid, y por eso esa comunidad se puede denominar con toda propiedad Comunidad del Caballero de Gracia, ya que su nombre canónico no se usó ni en los documentos notariales ni entre las gentes del pueblo. Se le llamó siempre «Convento del Caballero de Gracia». Y puestos a encontrar una prueba de identificación, ninguna mejor que la del nombre canónico: monasterio de San Jose, de Jesús y María, el mismo que tenía el del convento que derribaron los sectarios en 1838 es el del que se levanta hoy en la calle Blasco de Garay de Madrid. En definitiva, las dos últimas abadesas de las Concepcionistas que residen ahora en la calle Blasco de Garay, las madres Piedad y Gilma, son las sucesoras en el cargo de Sor Patrocinio.

Pero para chasco de los Mendizábal, los Olózaga y sus sucesores ideológicos y enemigos de la Iglesia, que daban por enterrada la devoción a la Virgen del Olvido, resulta que se avivado. Nunca se extinguió del todo, pero de ese rescoldo que perduraba desde el derribo del convento en 1838, ha surgido una llama que está poniendo en activo la aparición de la Virgen del Olvido, porque hay quien se niega a desperdiciar tantas gracias como nos trae la Virgen bajo esa advocación tan bella: Olvido, Triunfo y Misericordias. Y en esto están empeñado un buen grupo de madrileños junto con la comunidad del Caballero de Gracia, que reside en la calle Blasco de Garay nº 51-53 de Madrid, donde el último sábado de noviembre, día 26, nos vamos a reunir a las 18,30 de la tarde para adorar al Santísimo, rezar el Santo Rosario, asistir a la Santa Misa y cantar la Salve de la Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordias, actos de culto en honor de la Virgen a los que podrán asistir cuantos lo deseen. Mis queridos lectores, será un placer saludarnos personalmente y, desde luego, estar esa tarde todos unidos –por presencia o por la comunión de los santos- bajo el manto protector de la Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordias el próximo día 26 de noviembre.