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SOR PATROCINIO

1811-1891

Categoría

Historia

Aparición de la Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordias

14 Techo del coro

Pintura del techo del coro del convento de San Pascual de Aranjuez (Madrid), fundado por Sor Patrocinio en 1857.

 

 

LA APARICIÓN DE LA VIRGEN DEL OLVIDO, TRIUNFO Y MISERICORDIAS

 

“El día 13 de agosto de 1831[1] estando mi Rda. Madre Sor María de los Dolores y Patrocinio en el coro, en la oración de Comunidad, de cinco a seis de la tarde, se le apareció la Santísima Virgen, en una hermosísima y resplandeciente nube, cercada de querubines y le presentó una preciosa Imagen suya, que llevaba el glorioso príncipe San Miguel con los títulos de Olvido, Triunfo y Misericordias. La Virgen Santísima le dijo, que aquella imagen venía enriquecida con muchas gracias y privilegios para sus verdaderos devotos, que cuidase de darle culto, que la dejaba en la Comunidad. Le dijo también que, desde entonces, le quitaba el permiso a Satanás para atormentarla por sí mismo, y pusiera la figura del dragón amarrada a los pies de la sagrada Imagen, que ella misma le atara con una cadena y pusiera esta en las manos de la Santa Imagen, en señal de que quedaba sujeto. El demonio, furioso, bajó a los abismos, asegurando a mi venerada Madre, que ya que no podía perseguirla por sí —como lo había hecho hasta entonces de una manera terrible— lo haría por los hombres, y no solo en vida sino después de muerta la perseguiría también.

Durante esta admirable visión, el Príncipe San Miguel colocó la sagrada imagen en el altar del coro, oyendo la celestial música de los Ángeles la ejemplarísima religiosa sor María Juana de la Santísima Trinidad y otras dos religiosas más; pero, ignorando lo que sucedía, para ellas invisible, guardaron por entonces el más profundo silencio.

Terminada la santa oración y demás actos de Comunidad que a ella siguieron, salió mi venerada Madre Patrocinio, con su Prelada, al pequeño jardín del convento y le dijo, que tenía que darle una noticia de muchísimo consuelo para su Reverencia; y era, que ya podía estar tranquila y sin cuidado ninguno, pues no volvería jamás el demonio a golpearla, ni a asustarla; porque la Reina de los Ángeles le había sujetado, que le enseñase una imagen pequeñita que tenían.

El consuelo de la Rda. Madre Pilar, con tan gratísima noticia, fue tan grande que: «Solo quien haya experimentado lo que esta criatura padeció, las congojas de mi corazón a toda hora, porque aquello no era vivir; y aunque estaba todo lo que podía conmigo, y en el coro la tenía a mi lado y muchísimas veces la llevaba donde yo iba, o me iba a la ropería, donde ella estaba; mas, a pesar de todo, parecía como uno que está acechando y no pierde la más pequeña ocasión, así hacía el maldito; y así, cuando por alguna cosa, forzosamente precisa, no la veía, era grandísima mi zozobra y desasosiego; y así digo, que solo yo, que lo padecí, puedo decir cuál fue mi gozo, descanso y alegría al oír tan deseada nueva, que no puedo explicar el júbilo que sintió mi corazón».

Salieron del jardín la prelada y la súbdita y se fueron a la sala de recreación, donde había muchas imágenes; las que, vistas por la sierva de Dios, dijo que no era ninguna de aquellas. Siguieron buscando, y cuando la encontraron, al abrir la prelada la vidriera del nicho donde estaba, dijo mi venerada Madre, abrazándose a ella: Esta, esta es. Sorprendida la Abadesa, por no haber visto nunca aquella imagen, le preguntó y mandó que, como Prelada, le dijese lo que aquello significaba. Mi amada madre le dio cuenta de cuánto había pasado, y de cómo la Reina del Cielo le había dicho que: «Así como la Señora sujetaba al demonio, así ella cuidase del culto de aquella Imagen; que el demonio no volvería a golpearla ni a asustarla».

Uno y otro se cumplió enteramente, porque desde aquel dichoso y memorable día, cesaron todo estrépito y golpes, nada se volvió a oír en el convento, y la sierva de Dios quedó tan segura, que jamás el demonio la volvió a dar el más mínimo golpe ni susto, pudiendo andar ya, con entera libertad, sola por todas partes. La Madre Pilar quedó con la mayor tranquilidad, descanso y gozo, como ella misma declara, añadiendo: «El culto de la Señora ella -la sierva de Dios- lo empezó y se fue y va aumentando cada día como es público, y tan admirablemente, y porque tengo apuntado para la historia de la señora en otra parte, no digo ahora de esto. Solo diré, que parece ha vinculado el Señor en esta portentosa imagen el alivio, consuelo y remedio de todos; pero esta su amada y predilecta Esposa, sin que sea exageración, bien se puede decir que todo lo tiene y halla en ella, como se sabrá cuando se sepan los extraordinarios padecimientos y trabajos grandísimos, tribulaciones y angustias que ha padecido, y los peligros inevitables en que ha estado su vida».

Volviendo al descubrimiento de la peregrina Imagen, repito que la Madre Abadesa quedó sorprendida y admirada al verla y enterarse de todo lo ocurrido. Llamó a las religiosas y les preguntó si alguna había visto antes en la Comunidad aquella preciosa Imagen. Todas dijeron que no. Dio la Madre Pilar aviso al Rdo. Padre guardián del Convento de Ntro. Padre San Francisco, el cual fue, se enteró de todo, hizo algunas preguntas y pruebas y, en presencia del prelado desapareció la santa imagen. Estuvo esperando un poco y, confuso y lleno de pena, se marchó al convento. Envió cartas patentes a todos los conventos de religiosos y religiosas de la Provincia, suplicando se hiciesen rogativas por una urgente necesidad. Con esto cobró confianza, y el día 15, volvió al convento de Caballero de Gracia, de nueve a diez de la mañana, entró en clausura y, estando en la Celda de Oficios con la Rda. Madre Abadesa y con la sierva de Dios, volvió la sagrada Imagen y se colocó a su lado. Inmensa fue la alegría de los tres; dieron gracias a Dios y a la Santísima Virgen y empezaron a tomar disposiciones para dar culto a tan prodigiosa Imagen. Dieron cuenta a Su Santidad el Papa Gregorio XVI de esta milagrosa aparición, y Su Santidad concedió muchas gracias  especiales a los que en ciertos días del año visiten el altar de la Sagrada Imagen, como consta en la Bula que conservamos de tan Santo Padre, el cual la tuvo siempre gran devoción, y he oído decir varias veces, que, habiendo manifestado Su Santidad grandes deseos de verla y venerarla, la Santísima Virgen se lo concedió de un modo muy providencial y maravilloso.

El año 1863 oí referir de mi venerada Madre Patrocinio a su Director Espiritual, el muy Rdo. P. Fr. Mariano Estarta, Provincial de la Santa Provincia de Cantabria y fundador en ella de varios conventos, lo que sigue:  <<En la noche del día siguiente de la primera aparición, después de maitines, tuvo su Reverencia otra celestial visión de la Santísima Virgen con la preciosa imagen del Olvido en sus purísimas manos; y le dijo, que en las suyas iba a poner, con aquella Sagrada Imagen, todas las misericordias de su Santísimo Hijo; para que las distribuyese en su nombre a los mortales; segura de que, lo que por caridad hiciera a sus hermanos, eso mismo confirmarían la celestial Señora y su divino Hijo en el Cielo>>.

 

Todo lo cual se lee en unos apuntes de la sierva de Dios, donde refiere al detalle esta aparición maravillosa. Dice así: <<Clamaba mucho en esta ocasión por las necesidades que tanto afligen a la Santa Iglesia y el Dulce Amor se me manifestó severo, airado y como dando muestras de que quería castigarnos. Le dije: Esposo mío, ¿para cuándo son vuestras misericordias? Me dijo: Pide, Esposa mía, que cuanto pidas seré liberal para concedértelo. Pedía sin límites; entonces, mi Dulce Amor me manifestó el lastimoso estado en que se hallaba la Santa Iglesia. Moría de dolor y mis angustias crecían sobremanera. Me dijo mi Dulce Esposo: Paloma mía, mi amor no puede verte afligida; aquí tienes a mi Madre, que siempre será tu guía, consuelo y amparo. Se manifestó de nuevo la Benditísima Virgen con esta preciosísima, portentísima (sic) e invictísima Imagen en sus soberanas manos. Me dijo la Soberana y Divina Señora: Hija mía ¿por qué se contrista tu corazón, si todas las misericordias y tesoros de mi Hijo voy a poner en tus manos, por medio de esta mi soberana Imagen, para que las distribuyas en mi nombre a los mortales, segura de que las que hicieses por amor a tus hermanos, esas mismas confirmamos mi Hijo y yo, que soy tu madre, en el Cielo? Díjela: Señora y Reina mía, ¿no veis la España; no veis los males que nos afligen? Hija mía, los veo; pero no puede mi amor ser más benéfico para con los hombres. Ellos se olvidan de mí y retiran las misericordias; y por esto, a esta imagen le darás el título misterioso del Olvido; para darles a entender, que me han olvidado; pero yo que soy vuestra tierna y amorosa madre, quiero poner a vista de todos los mortales en esta Imagen mía, que jamás mis misericordias se apartan de ellos>>. Miraba yo con gran ternura a tan divino simulacro; cuando vi que mi invictísima Reina cogió un pañuelo de manos del Príncipe San Miguel, y aplicándole a la soberana llaga del costado de nuestro amante Jesús, lo empapó la Divina Señora en sangre de aquel divino y deífico Corazón; y después, aquel pañuelo, así empapado, le puso sobre esta encantadora Imagen, y después vi que la soberana Reina rociaba a este pueblo con la sangre preciosísima. Díjome  luego: ¿Hija mía, ¿me amas? Hasta tres veces. Díjela: Señora mía, Vos sabéis que os amo y deseo ser toda vuestra. Pues a tu solicitud y cuidado dejo el culto y veneración de esta sagrada imagen mía con el título de Olvido, Triunfo y Misericordias. Ella será la  consoladora del mundo y todo afligido encontrará en mí por la mediación de esta mi imagen, el consuelo. Al alma que rendida a sus pies me pidiese alguna cosa, jamás se la negará mi amor. Será el consuelo del mundo y la alegría de la Iglesia Católica y, por su medio, mi Hijo y yo recibiremos culto. Tú, hija mía, alcanzarás victoria del poder de Satanás, y tu Comunidad, perfección en servirme. Me entregó la soberana Reina esta portentísima Imagen, este encanto de los Cielos y la Tierra, y empezó en el Cielo una celestial música entonando la Salve y otros sagrados cánticos; todos los cortesanos del Cielo se daban parabienes. La Santísima Trinidad la bendijo, igualmente la Santísima Virgen María y después todos los cortesanos del Cielo llegaron a adorar a su Reina y Señora en esta soberana y encantadora madre del Olvido. (De unos apuntes de la sierva de Dios)”.

Sor María Isabel de Jesús, Vida admirable. pp. 48-53.

[1] Fue tradicional en nuestras Comunidades esta fecha de la aparición, y la confirmó antes de morir la misma sierva de Dios (Nota de Sor María Isabel de Jesús)

portada LAS LLAGAS DE LA MONJA

Cuando Sor Patrocinio ingresó en el convento del Caballero de Gracia en 1829, su abadesa fue la primera sorprendida por los acontecimientos extraordinarios de la vida de la novicia: éxtasis, estigmas, apariciones de la Virgen, ataques del demonio… Y por consejo de sus superiores anotó con toda sencillez lo que ella veía. Este escrito es el que ahora se publica y se anota extensamente en este libro, titulado  Las llagas de la monja enmarcando los acontecimientos del convento en el ambiente histórico del siglo XIX. El resultado es que una vez más la verdad resulta más interesante que la ficción y la calumnia, que han tratado de enterrar la grandeza de Sor Patrocinio.  El libro recoge el trabajo en archivos durante años de  Javier Paredes, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá y reconocido especialista en el reinado de Isabel II (1833-1868), en el que vivió Sor Patrocinio.

 

Declaración de la reina Isabel II en el proceso de Beatificación de Sor Patrocinio

 

Isabel II

DECLARACIÓN DE LA REINA DE ESPAÑA, ISABEL II, EN EL PROCESO DE BEATIFICACIÓN DE SOR PATROCINIO

 

La declaración de la reina Isabel II en el proceso de beatificación de Sor Patrocinio tiene fecha de 18 de enero de 1904. Se conserva en el Archivo Diocesano de Toledo en el tomo I,  fol. 659 al fol. 684. Esta declaración se publicó en Sor María Isabel de Jesús, Vida admirable y ejemplarísimas virtudes del ínclita Sierva de Dios Reverenda Madre Sor María de los Dolores y Patrocinio. (Guadalajara, 1925), 592 páginas, donde faltan algunos párrafos de los folios 683 y 684. Aquí se reproduce íntegra la declaración de la reina, así como las cartas cruzadas entre la reina Isabel II y el Secretario de Estado, el Cardenal Rampolla. La búsqueda, transcripción,  revisión y notas de estos documentos ha sido realizada por Javier Paredes, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.

 

 

 

 

 

 

 

«Yo, la reina Isabel II de España, deseando vivamente ver canonizada en los altares a la virtuosísima y santa religiosa sor María de los Dolores y Patrocinio, cuya admirable y milagrosa vida he tenido durante muchos años la dicha de poder apreciar y admirar, quiero hacer constar, por este escrito, mi admiración por tan santa religiosa y mi gratitud sin límites, por tanto como la he debido, y he visto lo muchísimo que pueden con Dios sus ruegos y oraciones.

Conocí a tan santa y admirable religiosa, siendo aún muy niña que por primera vez fui con mi buena madre (q. e. e. g.) la reina Dª  María Cristina, y con mi hermana (q. e. e. g.) la infanta Dª María Luisa Fernanda, que después fue Duquesa de Montpensier, al convento de la Concepción Jerónima, donde estaban reunidas, con la otra comunidad, las religiosas concepcionistas franciscanas, pertenecientes al convento de Caballero de Gracia, a cuya comunidad pertenecía la santa y admirable madre sor María de los Dolores y Patrocinio.

Yo estaba deseosísima de conocerla, porque había oído hablar mucho de tan admirable y santa religiosa, a una señora afecta que estaba a nuestro servicio, persona dignísima y buena, era hermana del Conde de Cleonard, ella me había dicho los padecimientos, las persecuciones que había sufrido tan admirable religiosa, y las infinitas gracias que el Señor y la Virgen Santísima la habían hecho, y cómo tenía las llagas del Señor y la corona de espinas y cómo ella por humildad no había querido revelar a su confesor la nueva gracia que la había hecho el Señor con la corona de espinas; pero que al fin tuvo que revelarlo, porque cada vez que le iba a escribir le caía una gota de sangre en la carta. Ese día, cuando fui al convento como dejo dicho, vi venir a nuestra dicha santa y admirable religiosa del brazo de la Marquesa de Santa Cruz, que era aya y camarera mayor mía, y ella me la presentó diciéndome que cuando tomó el hábito de religiosa, sor María de los Dolores y Patrocinio, ella había sido su madrina en nombre de su madre la Duquesa de Benavente; sentí un gozo extraordinario en hacer su conocimiento, y yo veía en ella algo de extraordinario, sobrenatural y celeste. Con esta impresión en mi corazón, siempre yo he vivido y he invocado la ayuda de las oraciones de tan santa religiosa en todas mis aflicciones, en todos los asuntos graves de mi vida y también con toda la gratitud de mi  alma en mis desgracias. Ahora voy a seguir el curso de mis declaraciones para hacer constar cuanto yo sé y puedo acordarme de tan santa religiosa.

En mi niñez y ya, después, en el principio de mi juventud, yo procuraba saber, con un afán inmenso, todo lo que se refería a la buenísima y santa religiosa sor María de los Dolores y Patrocinio; y una vez que la hermana del Conde de Cleonard, me trajo un lignum Crucis de parte de tan santa religiosa, mi alegría por todos estilos fue inmensa.

Antes de casarme, vi dos o tres veces a sor María de los Dolores y Patrocinio, y, yendo siempre acompañada de mi madre y de mi hermana (q. e. e. g.), cuando ya se anunció mi casamiento con mi primo Francisco de Asís (q. e. e. g.) y que se efectuó a los quince días de anunciado, dijo mi excelente marido, que él quería que, en el altar que se iba a poner en el salón de embajadores, para nuestro casamiento, quería que pusieran la imagen de Nuestra Señora del Olvido, del Triunfo y de las Misericordias, para que presidiera tan solemnísimo acto, la misma imagen que tantas veces había hablado a nuestra tan santa madre sor María de los Dolores y Patrocinio, y que había estado al lado de la madre de mi marido, la infanta Dª Luisa Carlota, cuando esta murió.

En esta época de mi casamiento, tuve más ocasión de poderme enterar de las inmensas virtudes y santidad de nuestra tan admirable madre sor María de los Dolores y Patrocinio, porque mi excelente esposo la conocía y admiraba también, y porque ella le había anunciado en la época en que tanto se discutía con quién yo debía casarme, que sería con él con quien yo me casaría, como así fue.

Después de mi casamiento, fui varias veces al convento donde estaba dicha tan santa religiosa, y pude apreciar, cada vez más, su inmensa virtud, su admirable humildad, su religiosidad inmensa, viéndose en ella que vivía más en contacto con el cielo, que en la Tierra; su espíritu profético pude apreciarlo, puesto que los sucesos venían a justificar lo que ella tenía predicho: su abnegación no tenía límites, continuamente se manifestaba; es decir, que, a costa de los mayores sacrificios y de las penitencias las más grandes, todo lo ofrecía a Dios, por la salvación de las almas y redimir los pecados de otros. ¡Cuántas veces la he visto y he comprendido sus penitencias y sufrimientos que por mí y mi familia toda ofrecía!, por evitarnos discordias, librarnos de aflicciones y de pecados; ¡cuántas veces hemos visto que estando malos y muy graves algún hijo o hija nuestra, en el momento en que ella se ponía en oración eran curados de una manera sorprendente, que hasta los médicos que los asistían se quedaban pasmados!

Dicha santa madre, sor María de los Dolores y Patrocinio, jamás quiso mezclarse en política; y yo declaro que los que hayan querido decir o hayan dicho que había intervenido en asuntos políticos son unos viles y calumniadores; ella nunca se ocupó más que del bien y la paz de todos, incluso de la Familia Real y de la completa unión con todo, de mi marido y mía. Ella trató, por todos los medios posibles, que no tuviera eco en nuestros corazones las intrigas que se ponían en juego para desunirnos.

Como mi amado y bendecido noble esposo, con su religiosidad, verdad y buen deseo, y cuántas veces me ha dicho cuanto de bueno y santo había oído y sabía de nuestra tan venerada, tan santa madre sor María de los Dolores y Patrocinio, y de cuántas veces la habían visto sus religiosas y sus confesores en largos éxtasis, levantada del suelo a bastante altura, estando de rodillas y viéndola con el rostro resplandeciente, en que se veía las delicias con que Dios inundaba su alma, varias veces; pero una en particular la vieron sus religiosas con una especie de capillita en la mano llena de resplandores, como podían atestiguar tanto mi marido como otras personas religiosas y buenas y las mismas religiosas concepcionistas franciscanas, de todos los conventos en que tan santa religiosa ha estado con ellas, y en los conventos en que ha fundado y sus confesores, cómo efectivamente el Señor la había puesto sus sagradas llagas y corona de espinas, y cómo tenía acerbos dolores y vertía abundante sangre en las grandes festividades de la Santa Iglesia, que se veía bien lo que ella se complacía en meditar su sacratísima Pasión, quería darla todos sus infinitos sufrimientos. He de advertir que esa santa admirable religiosa, jamás hizo alarde ni mostró a ningún seglar ni hombre ni mujer, las sagradas llagas ni la corona de espinas que el Señor se había dignado ponerla, ni a mí misma con quien tuvo una tan religiosa confianza, jamás me habló de la gran merced que Dios la había hecho y siempre tenía sus manos cubiertas con mitones; pues las otras buenas religiosas ni sabían que el Señor la había impreso sus sagradas llagas y la corona de espinas también sabía lo que el Señor permitió que sufriera por la remisión de los pecados de otros, y porque por anticipado sabíamos cuándo había de venir una calamidad sobre España o una aflicción para la Iglesia y también sobre personas que ella quería amparar con sus oraciones y verdaderos milagros.

Me consta que la Virgen Santísima, en su sagrada imagen del Olvido, del Triunfo y de las Misericordias, habló varias veces a tan santa religiosa, y que la prometió que siempre velaría por ella en todos sus destierros tan inicuos y en su expatriación y en las demás circunstancias de su vida, y que la salvaría, como así sucedió, de todos los peligros, que fueron muchísimos y muy grandes, y le libraría siempre de todo mal; dicha tan santa imagen de María Santísima del Olvido, del Triunfo y de las Misericordias, ha estado siempre y la ha llevado siempre consigo nuestra tan santa religiosa sor María de los Dolores y Patrocinio.

Bien se ha necesitado toda la humildad y santidad de tan santa religiosa para dejar deshechas las infamias que habían querido decir contra ella, las cuales personas, los políticos revolucionarios intrigantes a quien ella no había querido oír y yo misma que tantísimo la he admirado y admiro y que sé al grado de santidad que había llegado, tengo que acusarme de haber dado oídos a los que querían perseguirla, por no seguir ellos el camino del bien, y no ser ellos capaces de comprender tanta santidad y virtud. Esto que digo fue al principio de mi juventud, pero yo jamás debí permitir que se la hiciera salir de Madrid con el pretexto de que era mejor que fuera a Roma y en este sentido me hicieron escribir a Su Santidad, pero muy poco después de esto, yo escribí al santo Pontífice Pío IX, retractándome en todo de la anterior carta a Su Santidad, Pío IX, respetaba, admiraba y quería a tan santa religiosa sor Patrocinio, como las almas santas que siempre se entienden; ya después de esta triste época, mi cariño, mi respeto y mi admiración sin límites a tan santa religiosa ha ido en aumento y espero, con la gracia de Dios y de la Virgen y de las oraciones de mi querida y respetada madre sor María de los Dolores y Patrocinio, que Dios y la Virgen me han de conceder la inmensa dicha de verla aún en este mundo canonizada en los altares y luego nos veamos en el cielo bendiciendo a Dios y a María Santísima y a San José por toda la eternidad.

En esta misma época de mi juventud, empecé a enterarme de la manera tan inicua con que fue perseguida tan santa y admirable religiosa, el año 37 [i], donde los políticos sin fe y sin creencias, pusieron en juego, sugeridos por el maldito demonio, cuantas invenciones y calumnias creyeron podían inventar; y se propusieron ver si unos médicos podían curar las prodigiosas santas llagas que Dios la había impreso, lo cual no pudieron llegar a conseguir, viéndose a cada instante más y más la mano de Dios Todopoderoso que había querido imprimir en tan pura y santa criatura los signos de su Pasión sacratísima. Yo al oír y ver claramente cuánto de santo había en esa pura y angelical criatura sor María de los Dolores y Patrocinio, y ver la indignidad con que algunos secuaces del demonio querían tratarla, abrí cada vez más los ojos a la verdad, y cada vez se ha estrechado más y más mi cariño y admiración por la respetadísima madre sor María de los Dolores y Patrocinio.

Ruego, como sé que así lo harán los postuladores y jueces de tan santa causa de beatificación, que lean y tengan en cuenta el manuscrito que dejó escrito la madre Pilar, en el que han de ver todos los milagros y prodigios que ha vivido nuestra tan santa madre sor María de los Dolores y Patrocinio.

Sor María del Pilar relata, y otras muchas personas también, todas las tentaciones y todo lo que el maldito demonio maltrataba a nuestra amadísima, pura y santa religiosa sor María de los Dolores y Patrocinio, y los horribles sufrimientos que la hacía pasar el maldito demonio; no cesaron hasta que la Virgen Santísima del Olvido, del Triunfo y de las Misericordias, en su milagrosa imagen, se le apareció y le habló una vez más, diciéndola que ya no sufriría más tentaciones ni malos tratamientos del maldito Satanás, a quien ella tendría aprisionado; y, efectivamente, desde ese momento se vio libre de todas las acechanzas del demonio. Esta admirable y ejemplar religiosa jamás apartaba de su mente ni de su corazón a Dios, y su oración era continua; y yo puedo atestiguar como aquí lo hago, que aunque ella estuviera en este mundo, estaba siempre abstraída y viviendo más en el cielo que en la Tierra, y que aunque hablaba y contestaba a cuanto ella creía que debía hacerlo, se la veía que por prodigio grandísimo vivía con una doble vida para decir y hacer cuanto creía oportuno y su grandísima fe y todas las virtudes, que todas las poseía, le aconsejaban.

Sé bien, y todas las religiosas de sus conventos podrán atestiguar, que esta santa religiosa pasaba horas y horas de rodillas y en cruz en memoria de la Sagrada Pasión de Nuestro Señor, de quien era devotísima, en cuyo tiempo fue muy regalada de su divino Esposo y enriquecida con infinitos dones y gracias.

Me consta de una manera indudable que en sus escritos piadosísimos, en sus novenas de la Santísima Virgen y en otros admirables libros, fue, según persona de toda confianza y crédito, inspirada por la Virgen Santísima y que dictados por ella, escribió la mayor parte: algunos de esos preciosos libros, fueron quemados en las terribles e injustas persecuciones que tan santa religiosa ha sufrido.

Dicha admirable religiosa sor María de los Dolores y Patrocinio añadió a la caridad para con Dios, la caridad y amor para con el prójimo en grado heroico, ayudando con especial esmero, con prontitud y con todas sus fuerzas a los prójimos, tanto en sus necesidades espirituales como en las corporales, y siempre procuró con grandísimo fervor de la salud eterna de las almas, la conversión de los pecadores y de los infieles y con este fin, ofrecía al Señor continuos ruegos, lágrimas, mortificaciones y penitencias.

Dicha tan santa religiosa, inflamada en el celo de la salvación de las almas, fundó con grandes trabajos, persecuciones e incomodidades algunos conventos de su sagrada Orden de concepcionistas franciscanas, y, tanto el Rey mi marido como yo, contribuimos con cuanto pudimos a que pudiera fundar los de los Sitios Reales de Aranjuez, La Granja, El Escorial, El Pardo, y mi buen y amado esposo el que estaba situado en la calle de Leganitos, y muchos años después mi marido y yo, el que fundó en Guadalajara, donde ha muerto con la muerte de los santos nuestra tan amadísima y santa religiosa sor María de los Dolores y Patrocinio, yéndose a gozar de la presencia de Dios, de María Santísima, de San José, San Antonio y de todos los santos, y entrando a gozar para toda la eternidad las delicias del cielo, desde donde pide por el triunfo del orbe, de la religión católica y querida España, y por todos los que tanto la hemos amado y venerado en este mundo; y yo puedo asegurar que siento y veo la protección que me da tan santa, venerada y queridísima madre sor María de los Dolores y Patrocinio.

Es menester que yo explique, como lo hago, con la dificultad que por haber pocos medios pecuniarios, pudimos ayudar a tan santa religiosa, para que hiciera las fundaciones en los Sitios Reales, cuyas fundaciones, es decir con nuestra fe, devoción y voluntad, contribuimos a abrir una iglesia más donde se tributase culto a Dios y a su Purísima Madre y a todos los santos, el gozo de nuestra santa religiosa sor María de los Dolores y Patrocinio, al poder hacer una fundación más donde se tributase culto a Dios, era infinito; y también nuestra alegría, de mi marido y mía de poder contribuir a ello era inmensa; la mayor parte de los conventos a que nosotros contribuimos para que tan santa, tan pura y tan admirable religiosa pudiese hacer sus fundaciones, eran por votos que nosotros hacíamos a Dios, a María Santísima del Olvido, Triunfo y Misericordias y a los santos por la manera milagrosa como nos había sacado de peligros muy grandes o de revoluciones, y porque ofrecimos una fundación nueva a cada hijo que Dios y la Virgen se sirvieran concedernos, y también porque me concedían un feliz alumbramiento; y para que se vea la predicción como se veía realizada en todo cuanto tan santa madre profetizaba, en mi primer alumbramiento, estando ella con sus religiosas pidiendo para que mi parto fuera dichoso, dijo: ¡Ay, Dios mío! Hemos pedido que viva la madre y nos hemos olvidado de pedir para que viva el hijo; y el hijo que llevaba en mis entrañas se murió al nacer. Tanto mi amado y buen esposo como yo, señalamos a los conventos fundados por tan santa religiosa, sor María de los Dolores y Patrocinio, en los Sitios Reales, una dotación de nuestro patrimonio para el culto y mantenimiento de dichos conventos. El año 1868 nos fue quitada la dotación Real; y por más que hemos hecho cuanto hemos podido para que se volvieran a abrir dichos conventos, solo hemos podido conseguirlo en los conventos de Aranjuez y El Pardo, esperando siempre poder conseguir se vuelvan a abrir los de El Escorial y San Ildefonso (La Granja) y solo hemos podido hacer, como hacemos algo por sostener el convento de Guadalajara, a donde nada les faltará mientras yo viva; y voy a continuar dando a las de El Pardo la cantidad que el Rey, mi marido (q. e. e. g.) les daba, como así lo he ofrecido. Antes de continuar este escrito voy a contar otra predicción de tan santa religiosa, realizada como todas las de ella, y es que cuando nosotros dispusimos que fuera sor María de los Dolores y Patrocinio con sus monjas al convento de San Pascual de Aranjuez, deseando que dicho convento e iglesia se abriese de nuevo al culto, se le rogó a sor María de los Dolores y Patrocinio fuera con sus monjas a fundar, y ella dijo: Esperemos tranquilas que, si esta fundación es del agrado de San Pascual, él nos lo manifestará; y así fue, porque empezaron a oírse ruidos y que San Pascual quería que su iglesia se abriese de nuevo al culto y que fuera la mencionada comunidad, con su santa abadesa y fundadora, y en cuanto fueron y se instalaron, bendiciendo siempre a Dios, todo quedó en calma, en paz y en una alegría grande.

Para seguir la historia de los conventos a los que tanto mi marido y yo contribuimos para que pudieran fundarse, diré, que el convento de la calle de Leganitos, que el Rey mi marido (q. e. e. g.) compró para la comunidad de religiosas concepcionistas franciscanas, para que hiciera la fundación tan santa y admirable religiosa, en una de las tantas horribles e injustas persecuciones que dicha santa religiosa sufrió, y viendo la saña que los Gobiernos de aquel tiempo tenían (solo por las virtudes, recto juicio y deseo unánime del bien, que ponía en todos sus actos sor María de los Dolores y Patrocinio) mi marido, afligido y aburrido con todo lo que veía, cedió al Estado ese convento de la calle de Leganitos, que aunque le había pertenecido, porque lo había comprado, ya era de la propiedad de la comunidad de concepcionistas franciscanas cuya abadesa y fundadora era sor María de los Dolores y Patrocinio. Después de esa época el Estado vendió dicho convento.

En ese convento, fue muchas veces visitada por la Santísima Virgen, y varias veces la habló su sacratísima imagen, de María Santísima del Olvido, del Triunfo y de las Misericordias, y le anunció cuán ella aún tenía que sufrir, y una porción de sucesos que todos se han visto realizados.

Es de advertir que la saña de algunos políticos contra tan santa, venerable, tan pura y tan admirable madre sor María de los Dolores y Patrocinio, era porque jamás dicha santa madre quiso mezclarse en la política, y no hizo nunca más que acatar y respetar lo que el Santo Padre aprobaba y reconocía; así es que ella tampoco, nunca se mezcló en la cuestión de derechos al Trono, y solo cuando la preguntaban que qué la parecía, ella respondía siempre: El Papa ya lo ha juzgado y nunca decía más, y ella no deseaba más que la unión de toda nuestra familia.

En dichos conventos de su fundación abrió con gran caridad escuelas públicas, para atraer a las niñas al amor de la virtud, y por cierto, que, antes de que los demás se enterasen de cuanto con su regla estaba, preguntándola a tan santa madre que si estaba en la regla de las religiosas concepcionistas franciscanas el que tuvieran escuelas, ella dijo sencillamente: Miren VV. las Constituciones.

¡Cuántas veces ella ha ofrecido tanto por sus religiosas como por otras personas agonizantes sus penas!; se ofrecía muchas veces a padecer inmensos trabajos, y Dios, oyendo las oraciones de tan santa religiosa, la enviaba terribles enfermedades y tormentos, en medio de los cuales no cesaba la sierva de Dios de pedir al Señor y a la Virgen Santísima misericordia, hasta que se aliviaban los moribundos o volaban sus almas al cielo.

Tan santa y admirable madre sor María de los Dolores y Patrocinio ejercitó la caridad de un modo sorprendente, socorriendo siempre con larga mano las miserias ajenas, fuese con dinero, alimento, vestido u otras cosas necesarias; a tal punto que, a veces, no teniendo casi nada que darles, ella se privaba hasta del sustento más preciso, y jamás dejó de socorrer las necesidades de los pobres. Cuando sus religiosas o personas que por estar cerca de ella, ella podía asistir, tan santa religiosa las curaba hasta de las enfermedades más asquerosas y repugnantes, y, una vez, hasta con sus labios limpió y curó un bulto, extrayendo de él las materias podridas y corruptas y tragándoselas; tan santa madre, llevada de su compasión profunda y sublime caridad para con los prójimos, experimentó en ocasiones graves dolores, enfermedades y angustias de muerte, que ofrecía a Dios para aplacar su justicia por alguna ofensa que se le hubiese inferido, o para evitar algún mal social.

Llena de caridad y compasión, manifestó y rogó, en ocasiones a personas particulares que procurasen evitar algún mal que las amenazaba. En fin, su caridad y compasión se extendían de un modo que inspira e infunde devoción a todos los animalitos y aun a las plantas; y voy a citar aquí un caso que presencié que me dejó admirada: fue en La Granja, o sea en el Real Sitio de San Ildefonso, en la huerta del convento de concepcionistas franciscanas que tan santa madre había fundado por protección y con orden de mi marido y mía, este caso fue en un día de eclipse de sol; estábamos con la admirable religiosa sor María de los Dolores y Patrocinio y varias de sus religiosas, y empezó el eclipse y me pareció que las plantas al pasar tan santa madre se inclinaban todas en señal de admiración y respeto; después cuando volvió a salir el sol dijo: Bendigamos a Dios en todos su actos, y se puso a mirar al sol sin pestañear, y como en éxtasis, como si estuviera viviendo en el mundo, pero entendiéndose fuera de él; tanto, que mi marido, al ver esto tan admirable, quedó asombrado, yo ya lo había visto y mi admiración crecía al ver que ella podía resistir dándola los rayos del sol, al que no podemos nosotros mirar fijos por su grandísimo resplandor. Era tal su no interrumpida contemplación en la Divina Esencia a la cual siempre estaba adorando, que llegó a un altísimo conocimiento de la misma Divina Esencia.

Nuestra amada y santa religiosa sor María de los Dolores y Patrocinio tenía una caridad y devoción inmensa por las benditas almas del Purgatorio; procurando que no solamente sus religiosas, sino otras muchas personas procurasen el alivio y socorro de las mismas almas del Purgatorio con oraciones y penitencias; a veces con una luz que se encendiese, o un fósforo, ella decía: ofrecedlo por las benditas almas del Purgatorio. Creo y me consta que por ese intenso ardor de la caridad mereció ver colmadas de gracias y favores aquellas almas que le pedían sufragios para irse siempre a la celestial eterna gloria, libres ya de las penas del Purgatorio.

En qué manera es verdad que tan santa religiosa estuvo llena, desde su primera edad, de inmensa prudencia, eligiendo siempre los medios más oportunos y eficaces para conseguir el último fin sobrenatural, que es Dios, el cual anhelaba con todo su corazón. Ella practicó siempre todos los medios más adecuados y eficaces para adquirir la perfección angélica, empleándose siempre en buenas obras y en el ejercicio de todas las virtudes, principalmente de la caridad heroica para con Dios y con el prójimo.

Tan santa madre sor María de los Dolores y Patrocinio experimentó hasta la hora de su muerte enfermedades, dolores, y continuos padecimientos, no teniendo en todo otro fin que el de dar gloria a Dios y obtener la bienaventuranza celestial.

Ella manifestó una prudencia heroica en las fundaciones de algunos conventos y en la reforma de otros, guiada solo del celo de la salud eterna de las almas; despreciando grandes incomodidades y grandes e inminentes peligros llevó a término feliz empresas tan gloriosas y santas.

Resplandeció, eminentemente su prudencia en dar consejos que eran muy santos y útiles, encaminándolos siempre a la mayor gloria de Dios y salvación de las almas; sus consejos parecían dictados por el Espíritu Santo, pues siempre que se seguían se veían sus felices resultados, y lo cierto es que, siguiendo los consejos de la sierva de Dios, se experimentaban bien pronto el alivio en las tribulaciones, luz en las perplejidades y feliz éxito en los asuntos difíciles.

Mi santa y tan amada religiosa sor María de los Dolores y Patrocinio quiso siempre en grado heroico; siempre procuró que a cada uno se le diese lo que por derecho le pertenecía, y nunca jamás hizo, pensó y habló, sino lo que era o revestía una sublime virtud de justicia, y toda su vida fue un constante trabajo y un continuo padecer por el amor de Dios y por ampliar y extender en todas partes la gloria divina, y trabajó con perseverancia hasta la hora de su santa muerte por la justicia; componiendo enemistades, asistiendo enfermos, consolando a los afligidos, socorriendo a los pobres con todo lo que pudo y realizando infinitas obras de piedad y de religión. Su relación singularísima para con Dios resplandeció en su oración y contemplación de las cosas divinas en que se empleaba, incesantemente, de día y de noche, en tal grado, que nunca interrumpió su oración vocal o mental, aun cuando estuviese hablando con otras personas, o se ocupase en asuntos del convento. Tan santa religiosa tenía también suma veneración a la Santísima Pasión de Nuestro Redentor, a la Sagrada Eucaristía y a todos los demás misterios de la vida, pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, los cuales meditaba con tiernísima devoción, amor y piedad. Nuestra santa venerable religiosa sor María de los Dolores y Patrocinio veneraba con culto especial y afectuosísima devoción a la Santísima, Beatísima y Purísima Virgen María, particularmente en una hermosa efigie que se llama Nuestra Señora del Olvido, Triunfo y Misericordias, cuya efigie, tantas veces habló con tan santa religiosa, imagen que ya es conocida y amada por infinidad de nosotros, yo una de ellas, y mi buen y amado esposo le tenía también una especial devoción; imagen que hemos tenido siempre en Palacio en todas las solemnidades y nacimientos de todos nuestros hijos, y que asistió a nuestro casamiento como ya tengo dicho, y tuvimos siempre en Palacio en todos nuestros apuros, a quien tanto hemos invocado en todos los momentos graves y solemnes de nuestra vida.

Veneraba también nuestra amadísima y respetada madre sor María de los Dolores y Patrocinio a todos los ángeles y santos, cuyas fiestas celebraba con pompa y solemnidad y tanto en las misas solemnes como en las otras festividades era regalada por Dios, y enriquecida por Dios, por la Virgen Santísima y por los santos con singulares gracias y favores. A tan santa religiosa debí yo conocer todo lo que pueden con Dios nuestros ángeles de la guarda, a quien ella me recomendó que me encomendara y encargara para que me guardasen en los asuntos difíciles, y por experiencia he visto cuán poderosa y eficaz es su protección. Tan santa y admirable religiosa en las mismas festividades y solemnidades que celebraba y en otros tiempos, era recreada de Dios y enriquecida por la Virgen Santísima y por los santos de su especial devoción con singulares gracias y favores.

De la virtud de la justicia, que en tan alto grado poseía nació en la sierva de Dios una exactísima obediencia, que prestó a sus superiores con obediencia ciega y con prontitud y alegría. Ella ejecutó siempre los mandatos de la Rda. madre abadesa, aunque esta se los hubiese impuesto solo mentalmente. Tan santa religiosa, cuando desempeñó el cargo de abadesa, obedecía prontamente y alegre a sus súbditas e inferiores. Tan santa religiosa dependió siempre en todas sus acciones de la voluntad de sus prelados, en la cual sabía ella muy bien se manifestaba la voluntad de Dios, así es, que totalmente se gobernó por el arbitrio y dictamen de sus superiores aun en aquellas cosas que le eran contrarias y repugnantes. Ella también obedeció siempre a los médicos cumpliendo perfectísimamente todas sus prescripciones.

Tan santa religiosa, sor María de los Dolores y Patrocinio, en las fundaciones de conventos y en todas las demás empresas que llevó a cabo, para gloria de Dios y salvación de las almas, procedió siempre con la competente licencia de sus prelados. Tan santa religiosa, aun cuando se encontrase enferma, asistía siempre con toda la puntualidad a los actos de la comunidad, principalmente, si cabe, al coro a cantar el oficio divino, el cual quería y así se lo aconsejaba a sus religiosas, se rezase con pausa, devoción y alegría espiritual. Ella realizó estos u otros actos innumerables de eminente obediencia con admirable facilidad, prontitud y por donde se dejaba ver claramente que poseía la virtud de la obediencia en grado heroico.

La sierva de Dios estuvo adornada de una fortaleza heroica, aun en las cosas más arduas y más difíciles, y que mostró una paciencia invicta por todo el tiempo de su vida, y que siendo aún niña, despreciaba con magnanimidad de corazón las pompas y vanidades del mundo y así emprendió alegremente el camino de la perfección evangélica y de la vida austera, y no obstante las crueles amenazas de su madre, que quería casarla, persistió constantemente y fuerte en el propósito que había hecho de abrazar la vida religiosa, la cual abrazó la sierva de Dios contra el gusto y voluntad de su madre y perseveró fielmente hasta su muerte en el estado religioso. Tan santa religiosa toleró con invicta fortaleza los golpes y bofetadas y otros indignos tratamientos que el demonio ejecutó, permitiéndolo así el Señor, para ejercicio de la paciencia de su fiel sierva en la persona de la misma sierva de Dios. Nuestra tan santa y amadísima madre resplandeció con una paciencia heroica en las gravísimas enfermedades y dolores internos que Dios la envió, con los cuales la sierva de Dios aplacaba la ira del Señor o evitaba alguna ofensa contra Su Majestad, o satisfacía a la divina justicia, y siempre toleró con invencible paciencia todas las adversidades, y nunca jamás, ni yo ni otras personas, jamás la oímos ni vimos quejarse, en todo el tiempo de su vida, de las injurias y contradicciones que sufrió, antes parecía que para esto estaba destituida de los sentidos. Esta tan santa religiosa no solo sobrellevó con heroica tranquilidad de ánimo y verdadera alegría las contumelias, injurias, prisión, malos tratamientos y atentados contra su vida, sino que también amaba afectuosísimamente a Dios y bendecía a todos los que la perseguían, volviendo siempre bien por mal y alcanzando del Señor con sus continuas y eficaces oraciones y con sus saludables consejos la conversión y eterna salud de muchos de sus perseguidores.

Mi tan amada y tan santa religiosa sor María de los Dolores y Patrocinio, con heroica fortaleza fundó para gloria de Dios y bien espiritual de las almas algunos monasterios y reformó otros, sin que jamás pudiesen apartarla de tan santas obras ni los obstáculos, ni los peligros, ni las angustias que a este objeto experimentó mi tan amada madre y santa religiosa, que jamás conoció el miedo cuando de la causa de Dios se trataba.

Resplandeció su heroica paciencia en el sufrimiento de continuas y graves enfermedades que la atormentaban cruelmente, y fija siempre en Dios y resignada y conforme con su Santísima voluntad, prorrumpía en dulcísimos coloquios con Dios nuestro Señor, con los cuales coloquios mostraba que tenía gran paz y quietud, y que deseando y alegrándose en el padecer por Cristo mucho más, le pedía nuevos dolores, nuevas enfermedades, nuevas penas, y cuando el Señor, atendiendo a la petición de su sierva, le enviaba horribles trabajos, llenábase su benditísimo corazón de agradecimiento y de una santa alegría. Tan santa religiosa, hasta su última ancianidad, corrió siempre, incansable, por el camino de todas las virtudes; y desde su infancia, con ánimo fuerte e intrépido, practicó, constantemente, una vida mortificada, penitente, y trabajosa, hasta que entregó su espíritu al Señor, y dicha santa religiosa, cuanto más agobiada se veía en sus enfermedades y gravísimos dolores, tanto más la colmaba Dios de favores singularísimos, con los cuales recibía alivio y goces celestiales, especialmente cuando meditaba la Pasión del Señor, en cuyas ocasiones derramaba abundante sangre de las llagas que el Señor la había impreso, iguales a las suyas, de pies, manos y costado y también de la corona de espinas.

En muchas otras ocasiones, ejecutadas con prontitud, facilidad y alegría, resplandeció su admirable fortaleza así en lo que obró como en lo que padeció. Es una verdad grandísima que la sierva de Dios practicó en grado admirable y heroico la templanza, con la cual virtud poseyó un perfecto dominio de todas sus pasiones sometiéndolas totalmente a la razón y al espíritu, de tal suerte, que ninguna pasión la perturbó ni la contristó. En ella brilló la misma templanza heroica en su admirable abstinencia y sobriedad, que observó todo el tiempo de su vida, en la comida y bebida; hasta tal punto que, estando algunas veces totalmente desfallecida por la excesiva debilidad, habiéndola rogado yo con insistencia, así como mi marido (Q.E.E.G.) que tomara algo, cuando nosotros almorzábamos en el convento, y las monjas nos lo hacían, jamás quiso probar bocado ninguno, lo cual rechazaba con su admirable humildad y con la celestial sonrisa de su cariño para nosotros: hasta en las enfermedades guardó una rara abstinencia y sobriedad, no tomando nunca manjares delicados, y aun cuando la atormentaba la sequedad de la lengua, ocasionada por los ardores que padecía con motivo de los continuos trabajos de su cuerpo, de las calenturas, y sobre todo de la gran pérdida de sangre que manaba de sus santas llagas las veces que en éxtasis meditaba en la Pasión del Señor y Dios la hacía sentir las inmensas angustias y dolores que Él había padecido por la salvación del género humano; sin embargo de su sed grandísima, ella se abstenía de beber, por amor de Dios. Tan santa religiosa, con la inaudita abstinencia, que guardó constantemente, se atribuía a milagro el que pudiese vivir. Ella mostró su templanza heroica en el total retiro de las criaturas, con quienes conversaba solo cuando a ello era obligado o por la necesidad o por la caridad. En la guarda de la virtud del silencio fue exactísima, no solo con los extraños sino también hasta alguna vez, lo hacía con pocas y prudentes palabras. También en los gravísimos trabajos guardó con gran diligencia no hablar palabra ninguna ni quejarse aun cuando sintiese acerbísimos dolores, y por amor a esta virtud excitaba con frecuencia a sus religiosas a la observancia del santo silencio.

Esta tan santa religiosa, para tener totalmente mortificados los sentidos, experimentó en su cuerpo grandísimos dolores y trabajo; y deseando afligir más su cuerpo, pedía constantemente a Dios nuestro Señor la enviase mayores trabajos y dolores más rigurosos y fuertes; cuántas veces yo la he visto con una humildad y santidad sincera ofrecer a Dios y a la Santísima Virgen sus sufrimientos y pedirles que se los enviaran aún más acerbos por las necesidades mías y de mi familia, por nuestra salud y por redimir nuestros pecados y que fuéramos socorridos en lo que necesitábamos, siendo enseguida satisfechos nuestros deseos, siendo consolados y dándonos la salud y tranquilidad que necesitábamos. Por los acerbísimos dolores y muchísimos trabajos de todo era imposible que pudiera vivir sin especial milagro de Dios.

En mi amada y santa madre sor María de los Dolores y Patrocinio, resplandeció heroicamente la virtud de la castidad y que desde su adolescencia por amor del mismo Señor, despreció con magnánimo corazón el casamiento que su madre la había procurado, e ingresó en la Religión, donde siempre fue ejemplar de castidad y pureza en obras, palabras y pensamientos, teniendo siempre especial y sumo cuidado en la guarda de la virginidad, y jamás se permitió se dijese una palabra menos decente delante de ella.

Evitó siempre, con toda cautela y extremada diligencia, todo lo que pudiese manchar su purísima alma, con la más mínima impuridad, por lo que mereció que la Santísima Virgen María la amase con especial predilección, la favoreciese de un modo singularísimo y la acompañara siempre, como yo sé y tanto creo. Con tanta circunspección guardó su pureza, que no solo no admitió las conversaciones de los extraños, pero ni aun las de las religiosas, si no era con urgente necesidad, y entonces componiendo modestísimamente su rostro, explicábase con breves palabras.

Resplandeció en ella, de tal modo, la modestia, que todos, profundamente la tenían y consideraban como un modelo acabadísimo de honestidad, pureza y castidad. Por especial y singular gracia de su Divino Esposo y de su Santísima Madre, mereció salir triunfante y vencedora en todas las tentaciones contra la castidad, en tal grado, que guardó su virginidad intacta hasta la hora de la muerte.

Fue verdad, y lo es, que la sierva de Dios, desde sus primeros años, amó en gran manera la santa pobreza; por amor a la cual virtud abandonó las comodidades de la casa de sus padres y abrazó la evangélica pobreza; debajo de la regla de la Purísima Concepción, eligiendo antes ser pobre y despreciada en la casa de Dios, que rica de bienes temporales, habitando en los tabernáculos de los pecadores; no solo ella no admitió lo superfluo, ni quiso tenerlo para su uso, aunque en cosa mínima; pero ni admitió ni quiso tener en propiedad lo necesario, ni cosas que pudieran oler, remotamente, a propiedad y por esto despreció todas las cosas de la Tierra; encomendaba y exhortaba a las religiosas, que se apartasen de toda propiedad; y nunca les permitió tener en sus reducidos aposentos arcas, baúles, aparadores y escritorios, ni otras cosas semejantes. Esta tan santa madre, por amor de la santa pobreza, tenía una miserable cama y en ella, sobre un jergoncillo, tomaba un poco de descanso; y si en los últimos años de su vida usó colchón con grandísima mortificación de la sierva de Dios, fue porque el Excmo. Sr. cardenal y el señor facultativo viéndola tan enferma y con tantos dolores, se lo mandaron formalmente. Tan santa madre, mirando a la santa pobreza, nunca se permitió tomar cosa alguna para su alivio; antes, cuando se abrasaba con la fiebre, jamás quiso apagar la sed que la devoraba. No solo por la carencia de todas las cosas y por los trabajos y angustias que padecía, sino también por una verdadera pobreza de espíritu, era reputada por todos como un verdadero admirable modelo y ejemplar de la evangélica pobreza.

Tan santa religiosa poseyó en grado heroico la virtud de la humildad y la practicó siempre, tanto en palabras como en obras, sintiéndose siempre humildísima y reputándose por la mayor pecadora del mundo y por la más vil y miserable criatura, cuando era un modelo admirable y santo en todo. Mi tan santa y queridísima madre sor María de los Dolores y Patrocinio, aun cuando fundó algunos conventos y reformó otros, nunca buscó las primeras estimaciones, antes rechazó los honores todos, deseando siempre ocuparse en los oficios más viles y trabajosos y sometiéndose a toda humana criatura por amor de Dios y aunque por espacio de 42 años desempeñó el cargo de abadesa, que aceptó siempre obligada por la santa obediencia, con repugnancia y lágrimas, así y todo teníase por la más vil de todas, cuando era tan santa y admirable, y se ejercitaba en los  oficios más bajos. Además, dejándose llevar del dictamen de su humildad, al mismo tiempo que gobernaba y regía a sus religiosas, las pedía consejo para proceder en todo con rectitud. Habiéndola imputado sus enemigos y perseguidores crímenes falsos de toda falsedad, soportó con invencible paciencia y alegría dichas infames ocupaciones y por grande estudio de la humildad, deseaba verse oprimida de vilipendios, infamias y calumnias; y cuando llegaban estos casos, llenaban su alma de un gozo tan grande y extraordinario, que se veía en su rostro. Ella se afligía y temblaba de pies a cabeza todas las veces que la honraban y siempre que oía alabar sus acciones heroicas, o se descubrían algunos dones con que Dios la enriquecía; y por su grande y profundísima humildad, se deshacía en su propia nada y se creía indigna de pisar la tierra. Ella por el profundo conocimiento de su nada, deseaba siempre el más ínfimo y despreciable lugar; y en sus enfermedades, protestaba con la boca y el corazón ser indigna de que la asistiesen las religiosas, profundamente admiradas, daban humildes gracias a Dios por haber adornado a su sierva de tan rara y excelente humildad.

Fue y es verdad que la sierva de Dios fue enriquecida por la divina bondad con muchísimos dones sobrenaturales y que fue condecorada con espíritu de profecía, anunciando las cosas futuras con toda claridad, como a mí me consta; pues me anunció por anticipado muchos sucesos que fueron realizados, y, entre otros, nos anunció que tendríamos que dejar el Trono; y porque le dijimos que una imagen de la Purísima Concepción que yo tenía en mi cuarto y yo la había puesto una corona entre las manos, la corona se había caído pero se quedó enganchada en el vestido de la Virgen, tan santa madre sor María de los Dolores y Patrocinio, dijo: Puede que Dios tenga misericordia y que el Niño Jesús dé la corona al hijo, puesto que para los padres se va a perder, y el tiempo ha justificado esta profecía más de tan santa madre. Fue adornada con el don de conocer los secretos del corazón y de penetrar las cosas más ocultas y distantes, diciéndolas con toda claridad y certidumbre como si las tuviera delante de la vista, y yo puedo atestiguar esto, puesto que en mi corazón y en el de mi marido leía como un libro. También Dios y la Virgen Santísima la dieron éxtasis y raptos con elevación del cuerpo de la tierra, principalmente cuando estaba en la oración y contemplación de las cosas divinas y después de recibir la sagrada eucaristía.

Tan santa religiosa mereció que la hablase el Santísimo Cristo de la Palabra y se le apareciese y hablase Nuestra Señora del Olvido, Triunfo y Misericordias. También tuvo por la bondad de Dios muchas visiones y apariciones de Nuestro Señor Jesucristo, de su Santísima Madre la Virgen María de los Ángeles y de los santos. Tan santa religiosa, transformada en Cristo crucificado, con el mismo ardor de su caridad, se le imprimieron las llagas del costado, manos y pies, y las de la corona de espinas. Esas sagradas llagas por espacio de algunos años estuvieron casi siempre abiertas dejando salir abundantísima sangre, y por regla general verificábase esto estando la sierva de Dios hincada de rodillas en cruz, maravillosamente extasiada. Las sagradas llagas, ya estuvieran abiertas o ya cerradas, eran siempre verdaderas, patentes y manifiestas y tanto que en una tristísima época, en que, por su misma santidad, empezaron las persecuciones contra tan santa religiosa, los médicos, pagados y buscados por los revolucionarios, tuvieron que declarar que las llagas de tan santa religiosa sor Patrocinio, eran sobrenaturales y que ellos no encontraban ciencia bastante para curárselas. Tan santa religiosa tuvo siempre las llagas en su cuerpo, hasta su muerte, experimentando los acerbísimos dolores de su pasión. El Señor se dignó manifestar y comprobar, con muchos milagros la santidad de la sierva de Dios aun viviendo en esta mortal vida. Por sus virtudes heroicas, dones sobrenaturales y milagros de que fue colmada la sierva de Dios, vivió en grandísima estimación de santidad para con toda clase de personas graves, decentes, prudentes, eclesiásticas, religiosas, nobles magnates y también de las clases humildes, de tal manera que era tenida por todos por santa.

Esta misma fama de santidad no estuvo solo reducido a un solo lugar, sino que se propagó en todas partes, especialmente en aquellos conventos de religiosas donde, con motivo de haber sido desterrada cuatro veces y expatriada en una ocasión, moró por espacio de algún tiempo la santa sierva de Dios y sin que jamás hayan dicho las personas prudentes y temerosas cosa alguna contra la mencionada fama de la santidad y virtudes de la sierva de Dios, ni tampoco se ha oído que esta fama de santidad haya sufrido mengua ni menoscabo en ningún tiempo, antes ha sido constante y se aumenta más y más cada día. Tan santa religiosa, exhausta de fuerzas con los grandísimos trabajos de todo género que tuvo que padecer por la gloria de Dios y salvación de las almas; y consumida por innumerables penas y amarguras, cayó en una extrema debilidad y apenas si podía tenerse en pie, a la cual debilidad se añadió una hidropesía general de corazón e hígado, con que empezó a ser atormentada más de ocho meses antes de su muerte.

Tan santa religiosa, sor María de los Dolores y Patrocinio, recibió con júbilo singularísimo la noticia de su muerte, la cual noticia, por indicaciones suyas, se echaba de ver; la sabía por divina revelación, y transformada en la voluntad de Dios, no solo soportó con invicta paciencia los terribles dolores de su molestísima enfermedad, sino que los sufrió también con indecible gozo y nunca profirió palabra alguna que pudiese indicar molestia o tristeza, por lo que todos los circunstantes estaban admirados de tanta fortaleza. La sierva de Dios, sin embargo de encontrarse gravísimamente enferma y por todo extremo atormentada, en su anhelo de conformarse más y más con su Criador en la Cruz, hasta tres días antes de su muerte, no dejó de intervenir, para mayor gloria de Dios y también de las almas, en todos los asuntos que se ofrecieron relativos a su querida comunidad de Guadalajara y a las almas que estaban sujetas a la jurisdicción de la sierva de Dios.

Tan santa religiosa, sintiendo estar ya próxima a la muerte, hizo la confesión sacramental y después, sentada por no poder estar de rodillas ni en pie, recibió humildemente el Sagrado Viático, con grande compostura de su cuerpo y elevación de su mente, de tal modo, que movió a admiración a los que estaban presentes.

Tan santa religiosa, recibió con pleno conocimiento, absorta toda en Dios y teniendo piadosos coloquios con Ntra. Sra. del Olvido, Triunfo y Misericordias y con los santos, la sagrada comunión y abstraída de todo lo terreno y toda en el cielo, esperaba morir y estar con Cristo, y recreada por Dios y absorta en el abismo de la caridad divina, murió alegremente en la ciudad de Guadalajara, archidiócesis de Toledo, el día 27 de enero de mil ochocientos noventa y uno. La fama de santidad de la sierva de Dios, antes y después de su muerte, es universal. Después de su muerte se verificó un prodigio, este fue, que el cadáver, transcurridas bastantes horas, estaba aún fresco y flexible.

Cuando fue divulgada la noticia de su muerte, recibieron en el convento de Guadalajara, en el breve tiempo de dos meses, más de cien cartas procedentes de España y del extranjero, en las que todos la llaman santa y todos también imploran su auxilio, y la invocan con grandísimo afecto de piedad, y yo seguramente que continuamente la invoco y veo su poderoso patrocinio para con Dios, pues siempre veo atendidos mis ruegos. La universal fama de su santidad en que empezó a florecer cuando vivía, ha crecido más después de su muerte y se aumenta cada día, difundiéndose en toda España y aun en el extranjero entre varones graves, prudentes, eclesiásticos y religiosos, nobles, magnates, y gentes honradas del pueblo. Ahora mismo son muy grandes y vigorosas la devoción y reverencia a la santa sierva de Dios y en todas partes se conceptúan dichosos los que obtienen alguna reliquia suya, reliquia que guardan con suma devoción y respeto, como me sucede a mí, que me conceptúo muy dichosa en poseer algunas; y que todos acuden y la piden, como también me sucede a mí, su favor y remedio en sus necesidades.

Esta misma fama de santidad y devoción, sigue creciendo cada día por los continuos milagros que Dios ha realizado mediante la poderosa intercesión de la sierva de Dios sor María de los Dolores y Patrocinio, con los que la invocan con fe y devoción e imploran confiadamente su auxilio.

¡Tal fue esta mujer por tantos títulos admirable! Por el ejercicio de todas las virtudes subió a un elevado grado de unión con Dios, que la hacía mirar con desdén las cosas de la Tierra y no dar importancia ninguna a cuanto pudiera venir de manos de las criaturas. Así que ni lo próspero la levantaba, ni lo adverso la causaba la menor impresión; tomábalo todo como venido de las manos de Dios, que por caminos al parecer torcidos hace cosas muy derechas; y ya los honores que pudieran venirle por parte de los hombres, ya las persecuciones terribles que movieron contra ella gentes sin temor de Dios y sin fe, eran incapaces de perturbar la tranquilidad de su alma. Jamás tuvo para sus enemigos sino palabras de amor y de perdón.

Los revolucionarios de los dos últimos tercios del siglo diez y nueve, la distinguieron con su odio. Contra su señora, llegando (¡Dios los perdone!) hasta acusarla de complicidad en el horrendo atentado de regicidio que contra mi propia persona Real, cometió un infeliz sacerdote. Pero ni esta calumnia inaudita, ni las demás que fraguaron contra ella las logias masónicas, alteraban su paz interior.

He sido testigo de esto y puedo jurarlo con la mano puesta sobre mi corazón y sobre la imagen del Dios que me ha de juzgar. Contra ella se ha dicho todo lo malo que decirse puede; pero todo fue urdido por los emisarios del maldito Satanás, que, así como a los primitivos cristianos echaban los gentiles la culpa de cuantas desgracias ocurrían, así también los masones, si se encendía en España la guerra civil, si caía un ministerio, si se atentaba contra mi Real persona, si se daba algún puesto a algún personaje, enseguida gritaban por medio de la prensa impía: «Son cosas de la monja sor Patrocinio»; y yo protesto delante de Dios y de los hombres que ella jamás tuvo parte en tales cosas, ni se mezcló nunca en cosas de gobierno ni de política. Y doy muchas gracias a Dios porque me ha conservado la vida hasta este momento en que puedo desmentir de una manera solemne todas las calumnias e imposturas que contra tan santa religiosa propagaron los enemigos de Dios y de la patria española.

Aunque mi amada y venerada madre sor Patrocinio no tuviera a su favor nada más que la clase de hombres que la persiguieron, desterraron y calumniaron, tendría bastante para que cualquier persona sensata se formara un subido concepto de su virtud. La persiguieron los malos, los impíos, los enemigos de la Iglesia, prueba inequívoca de que ella no era de su bando, sino buena, piadosa y santa. Siento un indecible consuelo en dar esta declaración en los últimos años de mi vida, en favor de la inocencia y de la justicia perseguida. Yo moriré contenta, y Dios en cuya presencia hago esta declaración, la reciba en descuento de mis pecados y culpas y aumento de gloria que creo firmemente goza ya mi tan amada madre sor María de los Dolores y Patrocinio

ISABEL II DE ESPAÑA.

18 de enero de 1904.

En el fol. 683 continúa Isabel II y escribe lo siguiente que no figura en la Vida Admirable:

Fol. 683

Concluyo protestando que he leído los 174 artículos presentados por el vicepostulador

Fol. 683 vto.

de esta Santa Causa, el muy reverendo padre fray Gabriel Casanova, religioso franciscano, y con todos estoy completamente de acuerdo, por afirmarse en ellos cosas que o las he visto yo misma, o las he oído a personas que me merecen entero crédito. Y como por el mucho tiempo que hace sucedieron y por mi avanzada edad no puedo recordar ahora los hechos concretos que los confirman, prometo solemnemente y pido que sea atendido este mi deseo de mandar al tribunal toledano, que entiende en este proceso, muchos o todos los pliegos que dejaron sobre esto insertos las reverendas madres Sor María del Pilar y Sor María Isabel de los Remedios, escritos con los cuales estoy identificada y que en estos momentos no puedo disponer de ellos por haberlos mandado para su examen al Eminentísimo Cardenal Rampolla, Secretario de Estado del Papa León XIII de santa memoria. Escritos que según consta de su Eminencia, fecha 22 de febrero de 1901, que adjunta acompaño, fueron mandados examinar extraoficialmente. Tengo empero reclamadas dichas relaciones y en cuanto las reciba, con todas las precauciones que sean del caso y bajo el consiguiente secreto sellaré con mi sello aquellos pliegos que debo hacer del todo míos y los mandaré al tribunal. A nadie diré yo para que los reclamo, ni se por que mano

Fol. 684

están hechas las copias, ni los pliegos que he de eligir, por lo cual no hay peligro que se falte al secreto.

Ruego pues a los señores jueces del tribunal que actúa en Toledo consideren dichos pliegos como apéndice y complemento de mis declaraciones.

Es cuanto tengo que decir a este elevado tribunal sobre la vida, virtudes y milagros de Sor María de los Dolores y Patrocinio, y para que conste lo firmo de mi propio puño y letra como por escrita toda la presente declaración y sello con mis reales armas.

18 de enero de 1904

Isabel II de España

 

-Después del testimonio se cose una carta de Isabell II al cardenal Rampolla y su contestación.

 

-Carta de Isabel II al cardenal Rampolla.

Fol. 690

“Hace algún tiempo que escribí a Nuestro Santísimo Padre el Papa León XIII, suplicándole se dignase ordenar, que seguidos los trámites establecidos, fuera introducida la causa para la beatificación de Sor María de los Dolores y Patrocinio, religiosa y superiora que fue de la comunidad de Concepcionistas Franciscanas, cuya admirable y milagrosa vida fue un verdadero prodigio. Su Eminencia el Señor Cardenal Sancha, Arzobispo de Toledo, ha dado ya la orden para se empiece desde luego el proceso canónico en el Arzobispado de Toledo, para

Fol. 690 vto.

después de formado enviarlo a Roma para que siga los trámites que son necesarios para la beatificación de los santos. Yo conocía como la que más las virtudes y la extraordinaria vida, toda santidad de esa admirable religiosa que jamás se mezcló en política y que solo trabajó siempre para la mayor gloria de Dios y para el bien y unión de toda mi familia. En estos tiempos de tantas calamidades más que nunca se necesita glorificar en la tierra a los que tanta gloria disfruten en el Cielo y que son seguros abogados e intercesores con Dios y la Virgen.

Para que su Eminencia se

Fol. 691

vaya enterando de la prodigiosa vida de tan santa religiosa le remito una copia de lo que dejó escrito la reverenda madre Pilar y otro de la reverenda madre Isabel y también otra copia de las cartas que escribió nuestra amadísima madre religiosa Sor María de los Dolores y Patrocinio, contestando a una consulta espiritual que le hicieron las religiosas cuando aún era joven y estaba de súbdita con la reverenda madre Pilar. Estoy segura que su Eminencia se ha de quedar admirado al enterarse de tan prodigiosa vida y ha de desear ayudar en un asunta tan santo y de tan grandísimo interés.

Yo suplico a su Eminencia que después de

Fol. 691 vto.

enterarse exponga de nuevo mis deseos y súplicas a Su Santidad y arreglar todo muy pronto.

También le ruego le pida siempre su Apostólica Bendición para toda mi familia y para mí que me precio de ser la hija más humilde y más mansa de la Iglesia y del Vicario de Jesucristo en la Tierra y también le ruego a su Eminencia no me olvide en sus oraciones y besando su anillo queda de su eminencia siempre afectuosa y respetuosa,

Isabel

París 12 de febrero de 1901

A su Eminencia el Cardenal Rampolla Secretario de Estado de Su Santidad

Fol. 692 (el sobre. El fol. 692 vto. es el reverso el sobre en blanco)

A su majestad

La reina Dª Isabel II

París

Fol. 693

 

Señora

Me he visto muy honrado con la apreciada carta que V. M. se ha servido dirigirme con fecha 12 de los corrientes, confirmándome sus deseos respecto a la beatificación de Sor María de los Dolores y Patrocinio, religiosa y superiora que fue las Franciscanas Concepcionistas. Al propio tiempo he recibido copia de dos cartas de la referida y los pliegos de lo que sobre la misma escribieron otras dos religiosas. Por regla general no se acostumbra examinar de oficio los escritos que se  refieren a personas cuya causa de beatificación no está todavía introducida;

Fol. 693 vto.

sin embargo, en obsequio a los deseos de Vuestra Majestad, se ha dispuesto que los mencionados escritos enviados por V. M. sean examinados en una forma previa y extraoficial.

Mientras así lo comunico a V. M. me es grato asegurarle la particular benevolencia con que Su Santidad se ha servido acoger el homenaje de sus filiales sentimientos y correspondiendo a estos le ha otorgado gustoso la bendición apostólica que V.M. solicitaba para sí y para toda su augusta familia.

Fol. 694

Ruego a V. M. se sirva admitir el reiterado testimonio de respetuosa consideración con que soy

De Vuestra Majestad

Roma 22 de Febrero de 1901

Atento y seguro servidor

Cardenal Rampolla

A su Majestad La reina Isabel II

 

-Carta de Isabel II presentando el escrito de Sor María Isabel de los Remedios (Fol. 695 y 695 vto.)

Transcripción del Fol. 695

Yo la reina Isabel II de España declaro que en el adjunto cuaderno, debido a la madre Sor María Isabel de los Remedios se contienen muchos de los hechos de la vida prodigiosa de mi Santa Madre Sor María de los Dolores y Patrocinio, que yo debía haber expresado en la declaración que hice ante el tribunal de París, y no lo hice por no recordar bien

Transcripción del Fol. 695 vto.

de ellos ni tener presente la adjunta copia. Ruego pues al Tribunal de Toledo que la admita como si fuera mía propia y la cosa al proceso que sirva de confirmación de cuanto dije en mi declaración. Es gracia y merced que no dudo en obtener de la bondad del Tribunal Toledano, su afectuosísima en Cristo. Isabel IIª de España.

París 26 de enero de 1904.

Del fol.696 al fol. 753 se cose el escrito de Sor María Isabel de los Remedios. Al principio  y al final de este escrito la reina Isabel II pone su sello. Este escrito fue publicado en las páginas 108-212  en el libro Breve Reseña de la Fundación de la Orden de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora origen de la Descalcez o Recolección y copia de varios cuadernos, cartas y otros documentos referentes a la vida de mi venerada Rva. Madre Abadesa y Fundadora Sor María de los Dolores y Patrocinio dedicad a sus amadas madres y hermanas en religión por esta comunidad de Concepcionistas Franciscanas, Descalzas, Recoletas de la ciudad de Guadalajara. Año de 1904.

-Carta de Isabel II para presentar el escrito de Sor María Benita del Pilar . Del fol 754 al 755.

Transcripción de la carta:

Fol. 754

Yo Dª Isabel IIª de España hago mía la adjunta copia de la relación que dejó escrita la madre Sor María Benita del Pilar[ii], y es mi voluntad que se tenga como complemento o apéndice de mis declaraciones. Las nuevas que en ella se descubran pertenecen a los tiempos de mi infancia y aún antes de mi nacimiento; pero por haberlos oído

Fol. .754 vto.

referir unas a mi buena madre la reina Dª María Cristina de España y otras a personas y religiosas de toda virtud y    no me cabe la menor duda de que son verdaderos. La envío con preferencia al Excmo. Tribunal de Toledo, que entiende en la beatificación de mi amada madre Sor Patrocinio porque no estaba en mi poder cuando escribí

Fol. 755

la declaración que presentó el Tribunal Eclesiástico de París y además porque estando en español, lengua que no entienden los Señores que constituyeron el Tribunal de París, creí más oportuno para evitar malas inteligencias reservar esto para el Tribunal de España. Ruego pues a los Señores Jueces del Tribunal de Toledo la admitan y cosan al Proceso, para descargo de

Fol, 755 vto.

mi conciencia.

París 26 de Enero de 1904

Isabel II de España.

 

Del fol. 756 al fol. se cose el escrito de Sor María Benita del Pilar. Al principio  y al final de este escrito la reina Isabel II pone su sello. Este escrito fue publicado en las páginas 4-104  en el libro Breve Reseña de la Fundación de la Orden de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora origen de la Descalcez o Recolección y copia de varios cuadernos, cartas y otros documentos referentes a la vida de mi venerada Rvda. Madre Abadesa y Fundadora Sor María de los Dolores y Patrocinio dedicada sus amadas madres y hermanas en religión por esta comunidad de Concepcionistas Franciscanas, Descalzas, Recoletas de la ciudad de Guadalajara. Año de 1904.

 

[i] Así consta en el documento, cuando en realidad la persecución había comenzado el 9 de noviembre de 1835.

[ii] Este importante escrito en el que la abadesa de Sor  Patrocinio anotó todos sus fenómenos extraordinarios y las circunstancias que los rodearon, he sido publicado y anotado en Javier Paredes (ed.) Las llagas de la monja. Sor patrocinio en el convento de Caballero de Gracia. Madrid 2015. Editorial San Román, 334 páginas.

Fig10Fig11Fig12

Maqueta de Madrid de 1830 de León Gil Palacio del Museo Municipal de Madrid. En estas tres fotos se puede apreciar cómo era la calle Caballero de Gracia antes de que se derribase el convento. En la fotografía superior se ve la bóveda y la cúpula del Oratorio del Caballero de Gracia. En la foto del medio aparece la iglesia del convento del Caballero de Gracia. Y en la foto inferior se muestran todas las dependencias del convento de Sor Patrocinio, con su patio y árboles, situado entre las calles Clavel, San Miguel (hoy Gran Vía), San Jorge (Hoy desparecida, hubiera sido la continuación de la calle Víctor Hugo) y Caballero de Gracia.

El convento de las Concepcionistas de Blasco de Garay es el convento de Caballero de Gracia

7/11/15 8:46:35: Javier Paredes: Respondo a la pregunta de porqué el convento de las Concepcionistas de Blasco de Garay es el convento de Caballero de Gracia:

Cuando Sor Patrocinio ingresa en el convento en 1829, como era obligado, se hacen dos escrituras notariales una de toma de hábito y otra al año siguiente de profesión.
El convento tenía el nombre de monasterio de San José de Jesús y María, pero ese nombre canónico no se usaba ni popularmente ni oficialmente, de manera que en las escrituras públicas siempre se refieren al convento del Caballero de Gracia.
La ley de exclaustracion de 1836 expulsa a la comunidad de la calle del Caballero de Gracia, porque prohíbe que en una misma localidad pueda haber más de un convento de la misma orden. Entonces se las obliga a trasladarse al convento de Concepcionista de La Latina de la calle Toledo de Madrid.
El convento de la calle del Caballero de Gracia se lo apropia el Estado y se vende a precio de ganga a un francés que se llamaba Pedro Adolfo Deville, que lo derriba y vende el solar a los tres meses. Lo vende en tres trozos y hace un negocio con unos beneficios espectaculares. Eso fue la desamortización: robar el patrimonio de la iglesia para enriquecer a unos cuantos.
Cuando esto sucede Sor Patrocinio está en el destierro, del que regresa en 1844 y va a la Latina. Al morir la Madre Pilar en 1849, que era la abadesa del Caballero de Gracia, le sucede Sor Patrocinio en el cargo.
El 11 de febrero de 1856 Sor Patrocinio funda el convento de Torrelaguna con doce monjas de su comunidad y es elegida abadesa del mismo. Y las monjas que se han quedado en Madrid de la comunidad de Caballero de Gracia sigue su curso y elige su abadesa.
Esta comunidad va a vivir un largo calvario de convento en convento hasta que se instala en La calle de Blasco de Garay, cuyo monasterio, canónicamente, se llama igual que el que hubo en Caballero de Gracia: monasterio de San José de Jesús y María.
De manera que las dos últimas abadesas de Blasco de Garay, las madres Piedad y Gilma, son las sucesoras de Sor Patrocinio y por lo tanto la comunidad que actualmente reside en la Calle de Blasco de Garay de Madrid con toda propiedad puede llamarse del Caballero de Gracia.

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