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SOR PATROCINIO

1811-1891

IMÁGENES Y VIDEOS DE LOS CULTOS DE LA VIRGEN DEL OLVIDO DEL 1 DE SEPTIEMBRE DE 2018

Los Cultos de la Virgen de este mes han sido especiales porque han coincidido en el día y en la misma iglesia con otras tres celebraciones: El retiro de Maternidad Sacerdotal,  las Cuarenta Horas en Honor del Santísimo Sacramento y el triduo de Santa Beatriz de Silva. La música y el coro ha corrido a cargo de los Heraldos del Evangelio.

 

Así estaba de guapa esta mañana la Virgen del Olvido

Virgen3

Estrenaba un manto, que lo ha hecho una devota y se lo ha regalado

Manto3

 

Después del rezo del Rosario hemos hecho una procesión por la iglesia con el Santísimo Sacramento

 

 

Después de la procesión hemos tenido la Bendición…

 

Después de la Bendición, la Santa Misa que ha comenzado el sacerdote incensando el altar y las imágenes de Santa Beatriz de Silva y de la Virgen del Olvido

 

 

Canto durante el ofertorio y la colecta

 

Sanctus…

 

Consagración…

 

 

Comunión…

 

Tras concluir la Santa Misa, canto de la Salve de la Virgen del Olvido

 

 

Hemos acabado con la procesión con la imagen de Santa Beatriz de Silva

 

En las dos procesiones, al paso del Señor y de la imagen de Santa Beatriz una niña iba arrojando pétalos de rosas al suelo

suelo de pétalos

Antes de irnos, hemos venerado una reliquia de Santa Beatriz de Silva.

 

 

 

CONVENTO DE LAS COMENDADORAS DE SANTIAGO DE MADRID

Este monasterio de religiosas de la Orden Militar de Santiago fue fundado por Felipe IV en 1650 y es obra de los arquitectos Manuel y José del Olmo.

 

03 -Convent

 

Santiago Apóstol en la Batalla de Clavijo por Luca Giordano (1634-1705), pintado en 1695 para presidir la iglesia de las Comendadoras de Santiago de Madrid

Santiagojpg

 

En 1825, el mismo año en que murió su padre, Sor Patrocinio ingresó en las Comendadoras de Santiago de Madrid, en calidad de educanda. Y tres años después salió de este convento para tomar el hábito en Caballero de Gracia. Fueron tres años de tranquilidad para ella sin tener que soportar el maltrato de su madre y un tiempo de formación. Una parte del convento de las Comendadoras estaba habilitado como residencia para señoras de edad de las aristocracia madrileña, a las que tuvo que servir Sor Patrocinio a cambio de su manutención y de las que aprendió las buenas maneras, que no las pudo ver ni en su entorno familiar ni en San Clemente, y que tan necesarias le fueron posteriormente para saber  tratar a los más altos personajes, incluidos los reyes de España.  Las Comendadoras no solo respetaron su decisión de profesar en una Orden diferente a la suya, sino que la ayudaron a hacerlo y mantuvieron siempre muy buenas relaciones, por el buen recuerdo que dejó y que persiste al día de hoy.

PARTIDA DE BAUTISMO DE DIEGO QUIROGA CACOPARDO

Diego Quiroga Cacopardo

 

En la ciudad de Alicante y día veinte y ocho de Noviembre del año mil ochocientos quince, yo el [abreviatura] Tomás Pagés cura propio más antiguo dela iglesia parroquial de Santa María de ella bauticé, y puse los santos olios según rito de Nuestra Santa Madre Iglesia a un hijo de Don Diego Quiroga y Losada, contador principal de rentas reales de esta ciudad y puerto, natural de San Vicente de Deade, de la casa de Soutijao en la feligresía de Santa María Ferreyra en  el valle de Lemos, obispado de Lugo, y Doña María Dolores Cacopardo consorte, natural de San Clemente de la Mancha, vecinos de esta ciudad y mis feligreses.  Le puse nombres Diego, José, Ramón, Gregorio. Son sus abuelos paternos Don Fernando Quiroga y Losada y Doña Manuela de la Torre y Valcálcel, Dueños dela casa de Souitijao en San Vicente de Deade, consortes, naturales de la misma; maternos, Don José Cacopardo, abogado de los Reales Consejos y Doña Ramona del Castillo y Paños, también consortes, naturales de San Clemente. Nació día referido a las cinco de la mañana, según relación dela madrina, que lo fue abuela la materna, a quien advertí el parentesco espiritual y su obligación.

Firmado. Tomás Pagés

Fuente: Archivo Diocesano de Orihuela (ADOA). Parroquia de Santa María de Alicante, Libro de Bautismos XXI (1812-1815) fol. 134. 

Nota. Agradezco la localización de esta partida de Bautismo a José Luis Palazón Martínez.

DIAGNÓSTICO ANATOMOCLÍNICO DE LAS LLAGAS DE SOR PATROCINIO


DIAGNÓSTICO ANATOMOCLÍNICO DE LAS LLAGAS DE SOR PATROCINIO

Por Jorge Rodríguez de Alarcón, jefe del servicio de cirugía pediátrica del Hospital de Cádiz (España), doctor en Medicina y profesor de la Universidades de La Laguna, Cádiz y Francisco de Vitoria de Madrid. 

 

La descripción de las llagas de Sor Patrocinio realizada por Diego Argumosa, Mateo Seoane y Maximiliano González, el equipo de médicos designados al efecto por el juez que promovió la causa contra Sor Patrocinio en 1835, es de una extraordinaria minuciosidad. Convencidos como estaban de que eran unas heridas provocadas y de que ellos se las iban a curar, detallaron con extrema precisión las lesiones (informe que copiamos a continuación  de este artículo). De manera, que el testimonio más preciso de las llagas de Sor Patrocinio se debe a sus enemigos, ni siquiera la madre Pilar, la abadesa de Sor Patrocinio, describió sus llagas con tanto detalle como los médicos nombrados por el juez.

Hemos considerado necesario para facilitar la comprensión de términos y descripciones y para su transcripción, en primer término, convertir el sistema de medidas, la terminología y la topografía médica a las utilizadas en la actualidad. Y con estos datos hemos podido plasmar en imágenes precisas las llagas de Sor Patrocinio tal y como las describieron los médicos que intervinieron en el juicio de Sor Patrocinio en 1835, los más interesados en negar el carácter sobrenatural de las llagas, siguiendo las instrucciones del Gobierno que promovió la causa judicial contra Sor Patrocinio. Para representar las de la frente, hemos tomado como modelo el magnífico retrato atribuido a Federico Madrazo de indudable calidad, que se encuentra, actualmente, en el convento de las Concepcionistas Franciscanas de la calle Blasco de Garay (Madrid), comunidad que hasta la exclaustración de 1836 estuvo en la calle del Caballero de Gracia. Por tanto, esta comunidad fue en la que ingresó Sor Patrocinio.

En segundo lugar, exponemos el pronóstico que realizan en cuanto a la evolución de las lesiones tras la aplicación de los tratamientos que consideraron pertinentes. Y en tercer término hacemos un análisis crítico de sus dictámenes.

Por lo que respecta a la referida actualización de las medidas, las utilizadas por los facultativos y que eran de uso común en la Castilla de mediados el siglo XIX, son las siguientes:

La línea es la doceava parte de una pulgada que corresponde a la doceava parte de un pie y, por lo tanto, a 1⁄144 de un pie castellano. Como la vara de Castilla es 0,835.905 m. y una vara tiene 3 pies, la línea es equivalente a 1,934.965 mm. y la pulgada a 23,22 mm. El real de la época de Isabell II, mide 15 mm. de diámetro.

La descripción topográfica de las lesiones, en las que se ha actualizado “superior” (más cerca de la cabeza) como proximal e “inferior” (más lejos de la cabeza) como distal, son las que a continuación se exponen:

MANO DERECHA

Dorso de la mano derecha

Sobre la cabeza del tercer metacarpiano y porción correspondiente del tendón extensor, hay una úlcera cuyo diámetro mayor cruza algo oblicuamente el tendón y de una extensión de 14 mm. y anchura de 6 mm. de bordes no elevados. Fondo en el espesor de la dermis en cuyo centro hay una costrita tenue de color rojo parduzco firmemente adherida a él. Todo el resto de la superficie de la úlcera está limpio y de un color ligeramente gris. Está circundada por una aréola inflamatoria de 3-4 mm. En su parte superior, sobre el tendón, se aprecia zona lisa, pulida, de características cicatriciales, cuya parte distal constituye el borde proximal de la úlcera de 8-10 mm. en todos sus diámetros.

Tanto la úlcera como la zona cicatricial, no están adheridas a planos profundos ni limitan la movilidad del tendón. La presión sobre la zona provoca vivo dolor.

Palma de la mano derecha

Grieta de color rubicundo en la zona de la línea vertical (“línea del destino”) a la altura de la articulación del primer metacarpiano con la falange, de 2 mm. de longitud y 0,3 mm. de ancho, de profundidad equivalente a la cuarta parte del espesor de la piel. A ambos lados de esta grieta y más hacia el lado cubital, hay una zona de extensión equivalente a una lenteja, sin epidermis, pero sin erosión y de aspecto enjuto (seco). También se moviliza sin estar adherida a planos profundos.

MANO DCHA

MANO IZQUIERDA

Dorso de la mano izquierda

Hay una úlcera sobre la zona distal del tercer metacarpiano y proximal de la falange correspondiente, paralela al tendón extensor, ligeramente oblicua, de región cubital a radial de 26-28 mm. de longitud y 12 mm. de anchura, resultando área elíptica. Su fondo, rubicundo, con algo de supuración leve (exudación), está formado por tejido fungoso (granulación) que sangra al roce o a la compresión.

Los límites los marca la piel destruida en todo su espesor y a su alrededor hay una ligera aréola inflamatoria de 2 mm., más marcada en el medio contorno superior (proximal).

Se observa un área triangular de características cicatriciales cuya base limita con el borde distal de la úlcera y su vértice se dirige al extremo proximal del metacarpiano.

Tanto los tejidos de la úlcera como los de la zona cicatricial se movilizan sin dificultad, no estando adheridos a planos profundos. También el tendón flexor se moviliza libremente. La compresión es dolorosa pero menor que en la otra mano.

Palma de la mano izquierda

Hay una grieta en el pliegue vertical (“línea del destino”) a la altura de la primera articulación metacarpofalángica de características casi idénticas a las de la otra mano. Se aprecia otra pequeña grieta igual 2 mm. proximal a esta. Ambas están en la capa mucosa de la dermis presentando un fondo de color rubicundo claro. La movilidad de los tejidos es normal.

 

MANO IZDA

PIE DERECHO

Dorso del pie derecho

Área de unos 15 mm. cerca de la base del segundo metatarsiano con aspecto de erupción superficial cicatrizada, ligeramente engrosada al tacto, no adherida a planos subyacentes y sensible a la presión.

Planta del pie derecho

No se observa lesión alguna en la planta, aunque sí zona dolorosa en la correspondiente a la lesión dorsal.

PIE IZQUIERDO

Dorso del pie izquierdo

Área similar a la del pie contralateral, más irregular y más próxima a la base del metatarsiano.

Planta del pie izquierdo

Sin lesión

 

Llagas pies

PECHO

 En el área lateral izquierdo, hay una úlcera superficial cicatrizada en dirección horizontal, desde el plano lateral izquierdo del tronco hacia la parte anterior y lateral izquierda del pecho, de casi 10 centímetros.

Exactamente y por seguir usando las medidas que hasta ahora venimos utilizando, sus dimensiones son: 92,8 mm. de larga, 8 mm. de ancha en su zona media, 4 mm. en su tercio posterior y 3 mm. en su tercio anterior. En la parte media y superior es de color rubicundo unos 12 mm. En la parte anterior, el color es de piel sana, estando a su mismo nivel, pero con granulaciones algo pálidas. Cerca del extremo posterior, se ve una perforación de 0,6 mm. que penetra la dermis y deja ver color sanguinolento. No adherida a planos profundos. No hay vestigios de sangre húmeda o seca. El paño que la cubre está seco pero empapado en una extensión equivalente a la palma de la mano de una sustancia roja oscura.

Esta llaga se encuentra al nivel de la unión del tercio inferior con el medio del húmero aproximado al tronco (corresponde al 4º espacio intercostal izquierdo).

Refiere dolor a la presión.

 

LLAGA DEL COSTADO

Llaga del costado

CABEZA

En la frente, se aprecian lesiones de tres tipos:

Máculas de aspecto pálido del tamaño de lentejas, al mismo nivel de la piel, diseminadas en todo el ámbito de la frente, más hacia las eminencias frontales y la sutura sagital del coronal (frontal). En la misma zona, otras 15 lesiones pequeñas de forma irregular y similar tamaño de viva rubicundez con gran inyección capilar.

Otras varias en la misma región:

Una sobre la sutura sagital del coronal 6 mm. por debajo del origen del cabello, prolongada de arriba hacia abajo 7 mm. y de 3 mm. de ancha. Otra en la parte lateral derecha de la frente, cerca del nacimiento del pelo, ovalada, de 4 mm. de longitud, casi vertical, y 3 mm. de ancho. Otra sobre la misma sutura sagital a 23 mm. del entrecejo, de 4 mm. de longitud vertical y 3 mm. transversal. Entre esta y la primera (la mayor de todas) hay otras dos, una de 4 mm. y otra de 2 mm. Otra en la parte lateral izquierda del coronal hacia la sien como de medio cañamón.

Otras más pequeñas en diferentes puntos que como característica común se presentan secas y cubiertas de una capa coriácea de color rojo parduzco.

Toda la piel frontal está libre, no adherida a planos profundos.

CABEZA

Sor Patrocinio Cuadro

 

sor patro con pelo3

Mi recorte

JUICIO MÉDICO ACTUAL

Tras la descripción, el trío médico del siglo XIX emite un juicio etiológico, en el que consideran distintos mecanismos causales y distintos tiempos de origen de las lesiones. Las del dorso de las manos las consideran crónicas, aunque les sorprende no apreciar las “callosidades” asociadas a dicha cronicidad. Las lesiones palmares creen que son más recientes mientras que para las de los pies suponen una antigüedad de un mes. Más antigua es la del costado, a su juicio. En relación con las frontales, diferencian claramente entre los tres grupos de lesiones: las del primero, las consideran como verdaderas cicatrices muy antiguas, siéndolo también pero más recientes las del segundo grupo, coetáneas a las de los pies. Sin embargo, las del tercero son verdaderas heridas de 6 a 12 días de antigüedad.

En relación con su origen lo plantean variado y muy diverso. Las del dorso de manos y pies las atribuyen al efecto de cáusticos en su inicio proseguido este por la aplicación de sustancias irritantes hasta épocas recientes. En la del costado, además de este mismo mecanismo o incluso sin él, ha actuado la acción de un cordón rozando de continuo y de manera mantenida, erosionando la piel. Por lo que se refiere a las frontales, solo dictaminan sobre las del tercer grupo, las más recientes en su criterio, que creen causadas por un instrumento cortante.

La descripción y juicio clínico precede a la propuesta terapéutica (que no exponen en este documento) y al pronóstico. Los tres médicos comentan que el tratamiento había sido iniciado.

Plantean taxativamente que todas las lesiones analizadas son curables, estableciendo plazos concretos para ello: las de las palmas de las manos han de estar completamente cicatrizadas en seis días, las de la frente, antes de quince días, la del dorso de la mano derecha en un mes y la de la mano izquierda en cincuenta días. Todo ello supeditado a que no recibiese la paciente “ninguna modificación, ni general en su economía, ni local en sus lesiones externas, que pudiera oponerse a la acción de los remedios indicados y puestos ya en práctica”, para lo cual se aseguraron de que Sor Patrocinio estuviera bajo vigilancia las 24 horas del día, lo que nos da pie para iniciar nuestro análisis crítico.

Llama —en primer lugar— la atención, el dato de la ausencia de síntomas o signos de infección en todas las llagas. Si nos ubicamos en la época, debemos recordar que la práctica de la asepsia y la antisepsia era totalmente desconocida. Fue el médico húngaro Semmelweis quien, en la Viena de 1847 empezó a utilizar el hipoclorito cálcico en la limpieza de las manos del cirujano para prevenir la fiebre puerperal, principal causa de muerte en las parturientas. Publicó sus resultados —en los que exponía una impresionante disminución de las muertes, reduciéndose hasta el 1% las debidas a la fiebre puerperal– a partir de 1861 de forma reiterada, obteniendo escaso eco. Algunos años después Pasteur identifica los microorganismos como causantes de las infecciones y Líster en 1867 sistematiza y difunde las prácticas antisépticas y asépticas.

No olvidemos que en la guerra de Crimea (1853-56), los cirujanos militares ingleses, con el fin de ahorrar suministros, dejaban de proporcionar agua y alimentos a los soldados con heridas infectadas de cualquier grado que iniciaran fiebre, al considerarlos condenados a morir. Y esto sucedía casi un cuarto de siglo después de que a Sor Patrocinio se le imprimieran las llagas.

En este estado del arte médico, resulta de todo punto improbable que las lesiones de Sor Patrocinio no estuvieran sobreinfectadas per se o por efecto de la manipulación de los facultativos, principales vectores de contaminación en esos años. Cabe aclarar que cuando en la descripción de la lesión del dorso de la mano derecha hablan de supuración leve, y atendiendo a la terminología de la época, se refieren a exudación, considerada por entonces como signo favorable.

Es muy significativo que les sorprenda la ausencia de induración (“callosidades”) asociada a la cronicidad en las del dorso de las manos. Y aunque no lo refieran, lo mismo cabe decir del resto de las lesiones de mayor antigüedad.

Llama la atención lo variado de los procedimientos lesionales, sugeridos o sospechados: utilización de cáusticos seguida por aplicación de sustancias irritantes, erosión por rozamiento intenso y mantenido, incisión con elementos cortantes… Ello es explicable desde el intento de buscar una explicación racional, científica, a las llagas. Pero no corresponde a la tipología de las provocadas por autolesión en simuladores o portadores de trastornos psiquiátricos, en los que el mecanismo es único: cortes, quemaduras, mordiscos…

Todavía es más significativo que la llaga del costado se localice en el lado izquierdo, a nivel del cuarto espacio intercostal, en la zona axilar. De habérsela provocado para emular la de Cristo se la hubiera hecho en el lado derecho. Este es el caso del Cristo de la Palabra que Sor Patrocinio veneraba en el convento del Caballero de Gracia, y que en la actualidad se conserva y se venera en el convento de las concepcionistas franciscanas de la madrileña calle de Blasco de Garay. En lo que nosotros sabemos, no existe ninguna imagen del Crucificado que muestre la herida del costado en el lado izquierdo. Es extremadamente llamativa la dimensión de la herida: casi 10 centímetros.

EL CRISTO DE LA PALABRA (Imagen que se conserva en el coro bajo del Convento de las Concepcionistas Franciscanas de la calle de Blasco de Garay de Madrid)

Cristo de la Palabra

 

No puede evitar el analista médico sorprenderse ante el hecho de que la lesión esté localizada en la misma zona en la que Anna Catalina Emmerich describe la causada por el punto de salida de la lanza que, penetrando por el hemitórax derecho, atraviesa la caja torácica en su totalidad. Esta trayectoria encuentra en su recorrido inevitablemente al corazón, al que traspasa [1]. Esa herida ha podido ser identificada en fechas recientes en la Sábana Santa. Es llamativo que otras (y otros) estigmatizados refieren también cómo son heridos en el lado izquierdo, tal y como refieren los historiadores. Debemos recordar que la primera edición en lengua alemana del libro de Anna Catalina Emmerich es de 1833 y la primera edición en español que nosotros hemos encontrado es de 1853[2], es decir publicaciones posteriores a la impresión de la llaga del costado de Sor Patrocinio, y por lo tanto imposible de que Sor Patrocinio conociera este dato.

Concluyendo, y por lo que se refiere estrictamente al informe médico, puede decirse que la ausencia de signos de reacción tisular asociada a la cronicidad y la diversidad de apariencia y extensión topográfica de las lesiones no son atribuibles a procedimientos autoinducidos. Tampoco resulta explicable la ausencia de infección sobre heridas a las que se atribuye tan variado tiempo de evolución en 1836. Máxime las ubicadas en manos y pies, particularmente expuestas a ella.

Aunque el objeto del presente trabajo es analizar exclusivamente el dictamen puntual realizado por el grupo de médicos designados al efecto, no podemos resistirnos a plantear algunas preguntas. Así, cuando los médicos describen la llaga del costado, no refieren datos de sangrado en horas previas. Sin embargo, constatan que el apósito que la cubre está impregnado de una sustancia oscura seca. Estando la monja bajo custodia permanente, resulta difícil pensar que tal apósito haya sido aplicado en la zona como argucia.

Están documentadas las fechas exactas de aparición de las llagas: la del costado, el 30 de julio de1829. Las de frente, manos y pies en los días previos a la Ascensión en 1830. Una semana después se produce el primer episodio de sangrado. El examen médico se realiza en noviembre de 1836, siete años después. Desde luego, un plazo muy superior al considerado por los facultativos e incompatible con la ausencia de signos de cronicidad.

Ya, para finalizar y habiendo sobrepasado ya la línea roja del juicio estricto sobre el examen del comité de facultativos, sorprende que, tras nueve años de destierro, al incorporarse la monja a su comunidad en 1844, constaten sus compañeras que las llagas presentan exactamente el mismo aspecto que antes de su partida, lo que resulta aún menos explicable desde el punto de vista médico. Y fueron muchos los testigos de las llagas, durante de toda su vida. Resulta especialmente revelador la devoción con que sus hijas besaron las marcas de las llagas en el momento de amortajarla el 27 de enero de 1891.

Jorge Rodríguez de Alarcón Gómez

NOTAS

[1]Los verdugos parecían dudar todavía de la muerte de Jesús, y el modo horrible en que habían quebrantado los miembros de los ladrones hacía temblar a las santas mujeres temiendo por el cuerpo del Salvador. Pero Casio, el oficial subalterno, un hombre de unos veinticinco años, cuyos ojos bizcos y sus nerviosas maneras habían provocado muchas veces la mofa de sus compañeros, fue súbitamente iluminado por la gracia, y a la vista de la ferocidad bárbara de los verdugos y la profunda pena de las santas mujeres, decidió aliviar la angustia de ellas demostrando que Jesús estaba verdaderamente muerto. La amabilidad de su corazón la lo empujó a ello, pero sin saberlo, iba a cumplir una profecía. Cogió su lanza y dirigió su caballo hacia el montículo donde estaba la cruz. Se detuvo entre esta y la del buen ladrón y, cogiendo la lanza con las dos manos, la clavó con tanta fuerza en el costado derecho de Nuestro Señor que la punta atravesó su corazón y salió por el lado izquierdo del pecho. Al retirarla, salió de la herida un chorro de sangre y agua que mojó su cara como un río de salvación y de gracia. Se apeó, se arrodilló, se dio golpes en el pecho y confesó en voz alta su fe en Jesús. Ana Catalina Emmerich, La amarga pasión de Cristo. Barcelona 2004. Págs. 207-208.

[2] La ficha de este libro es la siguiente: La Dolorosa Pasión de N. S. Jesucristo según las meditaciones de Sor Ana-Catalina Emmerich religiosa agustina del convento de Agnetemberg de Dulmen, traducida del francés. Madrid 1853. Imprenta de Don José Cosme de la Peña. Atocha 100.

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Reconocimiento de las llagas de Sor Patrocinio realizado 1835, publicado en Causa formada contra Dª María de los Dolores Quiroga o sea Sor María de los Dolores del Patrocinio, natural de San Clemente, en la Mancha, religiosa en el convento de monjas de Caballero de Gracia y de veinticinco años cumplidos para averiguar el origen y procedencia de las llagas que, en las manos, pies, costado izquierda y cabeza, en forma de corona, tenía dicha religiosa Sor Patrocinio, y a las que se quería dar o se daba el carácter de sobrenaturales o milagrosas, con lo demás que se propalaba respecto de la misma, Madrid, 1837. Págs. 14-19.

 

Los cirujanos Don Diego Argumosa, Don Mateo Seoane y Don Maximiliano González, certificaron acerca del reconocimiento que habían hecho; que Sor María Rafaela del Patrocinio era una joven de 25 años de edad, de temperamento linfático sanguíneo; que según lo que había respondido a las preguntas que la hicieron no había padecido herpes ni otra enfermedad cutánea, ni tampoco mal alguno que pudiera haber inducido en su economía alteraciones permanentes, idiopáticas o sintomáticas, y que así por el examen de su hábito externo como el de todas sus funciones, se la podía considerar en el goce pleno de una buena salud habitual. Que en el dorso de su mano derecha, sobre la cabeza del tercer hueso del metacarpo y porción correspondiente del tendón extensor del dedo medio, tenía una úlcera, cuyo mayor diámetro cruzaba algún tanto oblicuamente la dirección del tendón dicho, y cuya extensión sería como de siete líneas poco más o menos de longitud, y tres poco más o menos de latitud. Que esta úlcera, que no ofrecía elevación notable en sus bordes, presentaba un fondo superficial formado en el espesor mismo del dermis, y una costrita tenue de color rojo pardusco en el centro de dicho fondo, tenazmente adherida a él, advirtiéndose todo el resto de la superficie de la úlcera limpio y de un color ligeramente gris, que circundaba a esta úlcera una areola inflamatoria que se extendía línea y media o dos líneas más allá de sus límites; que en la parte superior de la úlcera y sobre el tendón dicho se presentaba una superficie lisa, pulida y con todos los caracteres de cicatriz de cuatro a cinco líneas de diámetro en todas sus direcciones, y que por su parte inferior constituía el borde superior de la úlcera sobredicha. Que así el tejido de la úlcera como el de la cicatriz gozaban de completa movilidad a expensas del tejido celular interpuesto entre el dermis y el tendón, que este se halla también en el goce pleno de su movilidad, lo mismo el dedo a que correspondía: que los movimientos de uno y otros causaron algún dolor a la enferma, así como también y aún más vivo las complexiones hechas sobre la úlcera. Que en la misma mano y en su cara palmar se notaba una pequeña grieta de color rubicundo en su fondo, situada enteramente en el pliegue mismo vertical de su centro, y a la altura de la articulación del primer hueso metacarpiano con el falange correspondiente; que sus dimensiones equivalían a una línea de longitud y a un sexto de línea de latitud, interesando apenas en todo su fondo la cuarta parte del espesor de la piel; que a los lados de esta grieta y principalmente hacia el borde cubital de la mano, se presentaba el dermis despojado de epidermis en la extensión de una pequeña lenteja, pero enjuto y sin la más mínima erosión; que la piel en la cual se presentaba esta grieta gozaba también de completa movilidad en todas direcciones. Que en el dorso de la mano izquierda se advertía otra úlcera situada sobre la extremidad inferior del tercer hueso del metacarpo, y la superior del falange correspondiente, que el diámetro mayor de esta úlcera era casi paralelo al tendón extensor del dedo medio, y ligeramente oblicuo de arriba a abajo y del borde cubital hacia el borde radial de la mano, equivaliendo sus dimensiones a trece o catorce líneas poco más o menos de longitud, así como su diámetro menor, considerando en la parte media y hasta cerca de las extremidades de ella, tenía cuatro líneas poco más o menos, resultando por estas dimensiones una superficie casi elíptica; que el fondo de esta úlcera se presentaba rubicundo y en estado de supuración, aunque escasa, y además bastante elevado, con igualdad y formado de un tejido fungoso que da sangre cuando se le comprime o se le roza. Que los bordes o límites de la misma úlcera estaban formados por la piel destruida en todo su espesor, y a los alrededores de ellos de advertía una ligera areola inflamatoria de una línea escasa de extensión; y aun esto principalmente en si medio contorno superior; que la piel del dorso de esta mano presentaba además sobre el tendón ya dicho una superficie lisa, suave y ligeramente sonrosada, con todos los caracteres de una cicatriz de figura triangular, cuyo vértice correspondía y se acercaba a la extremidad superior del tercer hueso del metacarpo ya dicho, y cuya base correspondía al límite superior de la úlcera; que así los tejidos que constituían el fondo de dicha úlcera, como los de los bordes de esta y lo mismo el de la cicatriz, gozaban de completa movilidad a favor del tejido celular subyacente; de la misma movilidad gozaba el tendón extensor de este dedo medio; que todos estos movimientos y la comprensión del tejido de la úlcera causaban también dolores, aunque no tan vivos como en la mano derecha. Que en la palma de la izquierda se notaba otra grieta situada toda ella precisamente en el fondo del pliegue vertical de su centro, a la altura casi de la articulación del primer hueso metacarpiano con la falange correspondiente, y cuyas dimensiones y dirección apenas se diferenciaba de las de la grieta que se advertía en la palma de la mano derecha; que en el fondo del mismo pliegue vertical ya dicho se notaban vestigios y otra pequeña grieta igual y situada como á una línea más arriba de la anterior; que una y otra estaban formadas en el dermis y a expensas de su cuerpo mucoso exclusivamente, y presentaban un color rubicundo claro, aunque algo más notable en la inferior que en la superior: que en la porción de piel a que correspondían estas dos grietas se manifestaba con una ligera inyección sanguínea en la extensión de una lenteja grande, y gozando también de una completa movilidad en todos sentidos. Que en el dorso del pie derecho se notaba una porción de piel; que en la extensión irregular de un real de plata poco más o menos, presentaba vestigios evidentes de una erupción superficial de la piel ya cicatrizada. Que esta porción de piel correspondía a la parte superior del segundo hueso del metatarso no lejos de su base, y gozaba de completa movilidad en todas direcciones a beneficio del tejido celular subcutáneo, advirtiéndose ligeramente engrosada al tacto y bastante sensible a la opresión; que reconocida la planta de este pie no presentaba su piel señal ni vestigio alguno de lesión, de continuidad ni actual ni anterior, ni más inyección sanguínea que la que era propia de sus capilares. Que la paciente expresó sin embargo un punto dolorido correspondiente al de la lesión del dorso ya indicado, pero en el cual se presentaban los tejidos subcutáneos, y la piel su consistencia, extensibilidad y volumen natural. Que en el dorso del pie izquierdo se notaba una superficie más irregular y aún más próxima a la base del segundo hueso del metatarso, y enteramente semejante en todo lo demás a la del dorso del pie derecho; que reconocida también la planta de este pie izquierdo, no presentaba tampoco señal ni vestigio alguno de la mas mínima solución de continuidad antigua ni reciente, y que todos sus tejidos gozaban igualmente de la misma consistencia, extensibilidad y volumen natural que los de la planta del pie derecho. Que en la parte lateral izquierda del pecho se advertía una porción de piel alterada en su superficie y en su color, y que presentaba las señales de una úlcera superficial cicatrizada ya completamente; que se hallaba en dirección horizontal, correspondiendo su extremidad posterior al plano lateral izquierdo del tronco desde cuyo punto se extendía hacia la parte anterior y lateral izquierda del pecho, con las dimensiones de cuatro pulgadas poco más o menos de larga, y como de cuatro líneas de ancha en su término medio, de dos en su tercio posterior, y como de una y media en su tercio anterior; que en la parte media y superior de esta superficie se advertía un color rubicundo que se extendía hacia arriba y hacia abajo como a distancia de media pulgada o algo más, mientras que en su parte anterior era igual el color al de la piel sana de las inmediaciones; que esta cicatriz se presentaba al nivel de la piel inmediata, pero con algunas granulaciones ligeramente pálidas, y en su misma superficie, cerca de su extremidad posterior, se advertía ligeramente perforado el dermis a la profundidad de su mitad externa, y esta perforación que equivaldrá en todo su ámbito a un tercio de línea, dejaba ver un color rubicundo sanguinolento. Que toda esta porción de piel o cicatriz dotada de una completa movilidad a beneficio del tejido celular subyacente, se presentaba limpia y sin vestigio alguno de sangre húmeda o seca; que el paño con que la paciente la tenía cubierta también estaba seco, pero empapado en una extensión como la palma de la mano de una sustancia roja oscura. Que la altura a que se hallaba esta cicatriz venía a corresponder a la unión del tercio inferior con el tercio medio del húmero izquierdo aproximado al tronco, y la enferma manifestó que sentía bastante dolor a la presión de la parte. Y últimamente, que se procedió al reconocimiento de la piel de la cabeza, la que se hallaba enteramente intacta toda, menos la de la frente, en la cual se notaban alteraciones con tres caracteres muy diversos; que se advertían en primer lugar manchitas de la extensión de cañamones o pequeñas lentejas, de un aspecto pálido y sin presentar relieve o depresión sobre el nivel de la piel; que estas manchitas estaban diseminadas en todo el ámbito de la frente, y principalmente hacia las eminencias frontales del coronal, y hacia la sutura sagital del mismo. Que también se notaban en segundo lugar, en la misma región, otras manchitas hasta el número de quince, poco más o menos, y también de figura irregular, comparable a cañamones o lentejas pequeñas, todas estas estaban igualmente al nivel de la superficie de la piel, y conservaban aun rubicundez viva por el estado de inyección en el que se hallaban sus capilares. En tercer lugar, que además de las diferentes clases de manchas ya mencionadas, se advertían otras varias de diferentes tamaños y figuras, esparcidas por la misma región, y situadas en el orden siguiente según la mayor magnitud. Una sobre la sutura sagital del coronal, como a tres líneas debajo del origen del cabello, prolongada de arriba a abajo, en la extensión de tres líneas y media poco más o menos, y de línea y media de ancho por su parte media; otra en la parte lateral de la derecha de la frente cerca del nacimiento del pelo, de figura casi oval y como de dos líneas de extensión en su diámetro mayor, casi vertical, y una línea a línea y media de diámetro transversal. Otra sobre la misma sutura sagital como de una pulgada por encima del entrecejo, de dos líneas de longitud vertical y media línea de ancho; otra hacia la eminencia frontal izquierda del coronal, como de una línea de largo de arriba a abajo, y media de ancho; que entre esa y la primera, o mayor de las de esta clase, se advertían otras dos casi lineales y verticales, de la extensión de dos líneas la una, y una la otra. Que se notaba otra en la misma parte lateral izquierda del coronal hacia la sien, de extensión y figura de medio cañamón. Y últimamente, que se advertían algunas más pequeñas en diferentes puntos de la frente, las cuales, como todas las demás de este orden, presentaban como carácter común a todas ellas, el estar secas y cubiertas de una capa como coriácea y de color rojo pardusco. Que toda la piel de la frente gozaba de completa movilidad, a beneficio del tejido celular subcutáneo, lo mismo que en los puntos a que corresponden estas lesiones de continuidad que en todo lo demás. Que las úlceras y grietas de las manos se hallaban cubiertas en gran parte de una materia frágil, y de un color como eruginoso. Que al remover esta materia con lociones repetidas de agua tibia se notaba que no se disolvía en ella ni la daba tinte alguno, así como ni tampoco el paño con que se la lavaba. Que el paño o lienzo que cubría la úlcera o cicatriz del costado, y que la paciente dijo haberle aplicado limpio el mismo día anterior, se presentaba impregnado de una extensión, como de la palma de la mano, de un líquido desecado ya, y que tenía el mismo color que la materia concreta de las úlceras y grietas de las manos; que la túnica y justillo aparecían por la parte correspondiente al mismo punto empapados también de este mismo líquido desecado ya. Que por el examen detenido de los caracteres individuales de las lesiones referidas, creían que las úlceras del dorso de una y otra mano se hallaban en estado de cronicidad, aunque no presentaban las callosidades que de ordinario acompañaban a las de esta categoría; que las grietas de las dos manos aparecían como alteraciones más recientes, aunque no tanto la superior de la palma izquierda. Que las cicatrices de los pies podrían llevar en estado de tales, el tiempo de un mes poco mas o menos, que la cicatrización de la úlcera del costado era mucho más antigua aun, pues la rubicundez que se notaba en ella, dependía más de la inyección de los vasos capilares de la superficie externa, que de la de los vasos del espesor de la piel; y últimamente, que de los tres órdenes de manchas o alteraciones que presentaba la piel de la frente, las correspondientes al primero eran verdaderas cicatrices muy antiguas ya, las del segundo lo eran también, pero de época más reciente como coetáneas a las de los pies, y que las del tercero también eran verdaderas heridas de 6 a 12 días, poco más o menos de antigüedad. Que este mismo examen les conducía igualmente a asentar como más probable que otra cosa, que en el orden natural de las causas hayan sido las de las úlceras del dorso de las manos y de los pies, algunas sustancias ligeramente cáusticas, al menos en su origen, y simplemente irritantes en épocas posteriores y recientes; que en la producción de la del costado haya intervenido además de las sustancias dichas, o sin ellas, la acción mecánica de algún cordón que rozando rudamente y de continuo haya llegado a causar erosión en la piel. Que últimamente, con respecto a las alteraciones de la frente, creían que las más recientes, o fuesen las de tercer orden, así por el carácter lineal de algunas, como por la regularidad e igualdad de los bordes de todas, fuesen debidas a la acción de algún instrumento cortante. Que del mismo modo han llegado a persuadirse, que las grietas, úlceras y heridas de Sor Patrocinio, eran curables todas, aunque con mas o menos prontitud y facilidad, según su procedencia y mayor o menor antigüedad; en término que las grietas de las palmas de las manos podrían hallarse completamente cicatrizadas antes de seis días, las heridas de la frente antes de quince días, úlcera de la mano derecha antes de un mes, y la de la izquierda antes de cincuenta días, entendiéndose todo esto no solo con sujeción a las circunstancias arriba dichas, sino principalmente a la de que no recibiese la paciente ninguna modificación, ni general en su economía, ni local en sus lesiones externas, que pudiera oponerse a la acción de los remedios indicados y puestos ya en práctica. Los expresados facultativos se rectificaron en el contenido de la certificación, y se les mandó continuar asistiendo alternativamente o como lo juzgasen conveniente a Sor Patrocinio, como verificaron.

 

ORACIÓN TRINA A LA VIRGEN DEL OLVIDO

Ángel Ferrero es devoto de la Virgen del Olvido y un gran poeta. La intervención de Beatriz Ozores en la presentación del libro la Vida Admirable que se puede ver en video en esta página, en la que glosó el triple título de la Virgen que se apreció a Sor Patrocinio, le ha inspirado estos tres sonetos a la Virgen que se los dedica a Beatriz Ozores

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ORACIÓN TRINA A LA VIRGEN DEL OLVIDO

 

Para Beatriz Ozores

 

Salve, santa María del Olvido,
del olvido hacia ti, que tú no olvidas…
 

Si un buen día escribí que Tú no olvidas,
hoy te quiero escribir que lo mantengo,
mas quiero matizar, a ello me avengo,
que en todo existen modos y medidas.

Tú  no olvidas curarme las heridas
de cualquier clase que en el alma tengo
pero das al olvido cuando vengo
a contarte mis muchas recaídas.

Tú  misma te presentas como Olvido
y tu voz se modula en un lamento
con un matiz de corazón herido.

Mi pobre corazón, de ti sediento,
te pide que hasta el  último latido
no te olvides de mí en ningún  momento.

DEL TRIUNFO

Nombre trino, María del Olvido,
el segundo, del Triunfo. Triunfadora
de luz en las tinieblas. Gran  Señora
porque el gran soberano lo ha querido.

Porque Dios desde siempre te ha elegido
para ser del pecado vencedora
y con tu hijo ser corredentora
con corazón de madre, malherido.

Del Olvido y del Triunfo, en comandita,
letanía de glorias y coronas
porque fuiste de Dios la favorita.

En tu triunfo no olvidas ni abandonas
al que a tu amor acude con su cuita
y si alguno te olvida, lo perdonas.

DE LAS MISERICORDIAS

De las Misericordias, Madre buena,
te has querido poner como apellido
en el tercer lugar, el preferido
pues de esperanza y bienestar nos llena.

Tres apodos  gloriosos en la amena
letanía de amor que el afligido
puede lanzar, si se halla malherido,
desde la humana combatida almena.

Del Olvido, del Triunfo, y el tercero
más propio de una madre de amor llena
que elimina del mundo las discordias.

Por eso, cuando arrecia el aguacero,
coloco mis dolores o mi pena
al amparo de tus misericordias.

31 de enero de 2018

Ángel Ferrero

 

PRESENTACIÓN DEL LIBRO «VIDA ADMIRABLE», EDITADO POR JAVIER PAREDES (18-I-2018)

 

 

 

TESTIMONIOS ACERCA DE SOR PATROCINIO REALIZADOS EL DÍA DE LA PRESENTACIÓN DE VIDA ADMIRABLE (18-I-2018)

REPORTAJE FOTOGRÁFICO DE LA PRESENTACIÓN DE LA VIDA ADMIRABLE DEL DÍA 18-I-2018

Agradecemos al fotógrafo del periódico La Razón, Jesús Gómez Feria, la cesión para está pagina del represente reportaje fotográfico de la presentación del libro  VIDA ADMIRABLE  . Y aprovechamos para felicitarle por la genialidad de alguna de las fotografías.

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REPORTAJE DEL PERIÓDICO LA RAZÓN. PRESENTACIÓN VIDA ADMIRABLE 18-I-2018

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