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La doctora Julia Bordonado, que además de ser una prestigiosa profesora de Universidad es devota de la Virgen del Olvido ha localizado en el Museo del Ejército de Toledo las dos banderas que bordaron Sor Patrocinio y sus monjas para el ejército español que participó en la Primera Guerra de Marruecos (1859-1860). Estas banderas estuvieron en combate e incluso una de ellas tiene sangre de un soldado español.

 

Esta es una prueba más de que es verdad todo lo se cuenta en el libro de la Vida Admirable , que es la biografía de Sor Patrocinio escrita por su secretaria. Reproducimos a continuación lo que se dice en el capítulo XXVII de este libro respecto a estas dos banderas.

 

«Recogidas en su retiro de San Pascual de Aranjuez y entregadas, enteramente, al divino servicio, vivían las religiosas cuando, estallando la guerra de España con el Imperio marroquí  y encendido el fuego patrio en los corazones de los buenos españoles, una sola era la aspiración de todos: luchar y vencer a los seculares enemigos de España, y una misma su acción para obtener el definitivo triunfo y celebrar la victoria, puesta la confianza en Dios y en el valor de nuestros guerreros.

 

M. la Reina Dª Isabel II, que nada hacía que no lo encomendase antes a las oraciones de mi Madre Patrocinio y que no lo pusiese bajo la protección de la Santísima Virgen del Olvido, apenas se declaró la guerra contra el moro, se dirigió en súplica a la Sierva de Dios, para que le encomendase el triunfo de nuestras armas, haciendo tanto ella como sus religiosas, oraciones públicas y rogativas en desagravio a la divina Majestad, ofendida por los pecados de los hombres. Mi Madre bendita, que ardía toda en santo celo, y que, juntamente con el amor divino, sentía en su pecho, muy vivo, el amor patrio, enardecida toda con la noticia y súplica de la Soberana, escribió enseguida a todos sus conventos, ordenando a las religiosas que orasen sin cesar en Comunidad, por los fines expresados, y prescribiéndoles, al mismo objeto, penitencias convenientes en particular y en común. Efectivamente, todo se hizo con el rigor que se acostumbraba en las mayores necesidades.

 

La Rda. Madre Purificación, nos describe detalladamente algunas de estas procesiones y rogativas. «Iban las religiosas, (dice esta Madre) descalzas unas, coronadas de espinas otras, con grandes cruces y sogas por el cuello las demás, y todas con instrumentos de penitencia recorrían los claustros del convento. ¡Espectáculo conmovedor que hubiera arrancado lágrimas al corazón más insensible! Presidía esta procesión mi venerada Madre Fundadora, llevando en sus benditas manos la prodigiosa imagen de Nuestra Señora del Olvido, Triunfo y Misericordia. Yo iba a su lado cantando la letanía de Todos los Santos; al llegar al antecoro me dijo: hazme el favor de levantarme un poquito el hábito, para que no le pise y me caiga con la sagrada imagen. Así lo hice y al levantarle el hábito vi que llevaba los pies descalzos, las llagas abiertas, que por encima de las vendas salía la sangre y corría por los pies. Como su Rcia. iba la última, cerrando la procesión, no nos habíamos apercibido de lo que vimos después, esto es: que los claustros quedaron regados con la sangre que iba vertiendo de las llagas; y en el coro además de quedar manchado todo el trayecto, se dejó rebalsada la sangre en su sitio de prelada, donde estuvo en pie, mientras las preces y oraciones».

 

Eran tan grandes en nuestra amada Reina Dª Isabel la fe y la devoción de perfecta católica y tan ferviente su amor al ejército, que quiso y dispuso que las religiosas de la Comunidad de mi Madre Patrocinio en Aranjuez bordaran dos banderas, dando por razón a la Sierva de Dios que ya que las religiosas no podían ir a la guerra personalmente, fuesen a ella en este trabajo que les encomendaba, esmerándose mucho en él y bordando en cada uno de los lados, respectivamente, las imágenes de Jesús y María Santísima, dedicándolas la una a la Purísima, Patrona de las Españas y sus Indias, y la otra al Santísimo Cristo de la Palabra y Virgen Santísima del Olvido, en señal de protección y defensa de nuestras tropas expedicionarias. Había en Comunidad una religiosa, Sor Mª Hipólita de Santa Constancia, muy instruida en toda suerte de labores de manos y primorosa en bordados de plata y oro, y la Sierva de Dios le encomendó la dirección de la obra de las dos banderas. Como el tiempo para confeccionarlas urgía, las religiosas todas de la Comunidad, entre ellas la Sierva de Dios, trabajaban de día y de noche, empleando todas las horas que les dejaban libres el rezo del oficio divino y demás actos precisos de Comunidad, y solo dormían, sucediéndose unas a otras, alguna media hora al día. Se distinguieron en esta labor, además de sor Hipólita, las Rdas. MM. Concepción y Filomena y cuatro niñas del Colegio externo. Cuando las terminaron fueron presentadas a la Reina por los Excmos. Sres. D. Atanasio Oñate, conde de Sepúlveda, Don Juan Antonio de Quiroga y D. Isidro de Losa y Cruz, conde de Losa. El entusiasmo que despertaron en Palacio las banderas fue indescriptible y, una vez bendecidas, fueron entregadas a los regimientos designados por Su Majestad».

 

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