14 Techo del coro

Pintura del techo del coro del convento de San Pascual de Aranjuez (Madrid), fundado por Sor Patrocinio en 1857.

 

 

LA APARICIÓN DE LA VIRGEN DEL OLVIDO, TRIUNFO Y MISERICORDIAS

 

“El día 13 de agosto de 1831[1] estando mi Rda. Madre Sor María de los Dolores y Patrocinio en el coro, en la oración de Comunidad, de cinco a seis de la tarde, se le apareció la Santísima Virgen, en una hermosísima y resplandeciente nube, cercada de querubines y le presentó una preciosa Imagen suya, que llevaba el glorioso príncipe San Miguel con los títulos de Olvido, Triunfo y Misericordias. La Virgen Santísima le dijo, que aquella imagen venía enriquecida con muchas gracias y privilegios para sus verdaderos devotos, que cuidase de darle culto, que la dejaba en la Comunidad. Le dijo también que, desde entonces, le quitaba el permiso a Satanás para atormentarla por sí mismo, y pusiera la figura del dragón amarrada a los pies de la sagrada Imagen, que ella misma le atara con una cadena y pusiera esta en las manos de la Santa Imagen, en señal de que quedaba sujeto. El demonio, furioso, bajó a los abismos, asegurando a mi venerada Madre, que ya que no podía perseguirla por sí —como lo había hecho hasta entonces de una manera terrible— lo haría por los hombres, y no solo en vida sino después de muerta la perseguiría también.

Durante esta admirable visión, el Príncipe San Miguel colocó la sagrada imagen en el altar del coro, oyendo la celestial música de los Ángeles la ejemplarísima religiosa sor María Juana de la Santísima Trinidad y otras dos religiosas más; pero, ignorando lo que sucedía, para ellas invisible, guardaron por entonces el más profundo silencio.

Terminada la santa oración y demás actos de Comunidad que a ella siguieron, salió mi venerada Madre Patrocinio, con su Prelada, al pequeño jardín del convento y le dijo, que tenía que darle una noticia de muchísimo consuelo para su Reverencia; y era, que ya podía estar tranquila y sin cuidado ninguno, pues no volvería jamás el demonio a golpearla, ni a asustarla; porque la Reina de los Ángeles le había sujetado, que le enseñase una imagen pequeñita que tenían.

El consuelo de la Rda. Madre Pilar, con tan gratísima noticia, fue tan grande que: «Solo quien haya experimentado lo que esta criatura padeció, las congojas de mi corazón a toda hora, porque aquello no era vivir; y aunque estaba todo lo que podía conmigo, y en el coro la tenía a mi lado y muchísimas veces la llevaba donde yo iba, o me iba a la ropería, donde ella estaba; mas, a pesar de todo, parecía como uno que está acechando y no pierde la más pequeña ocasión, así hacía el maldito; y así, cuando por alguna cosa, forzosamente precisa, no la veía, era grandísima mi zozobra y desasosiego; y así digo, que solo yo, que lo padecí, puedo decir cuál fue mi gozo, descanso y alegría al oír tan deseada nueva, que no puedo explicar el júbilo que sintió mi corazón».

Salieron del jardín la prelada y la súbdita y se fueron a la sala de recreación, donde había muchas imágenes; las que, vistas por la sierva de Dios, dijo que no era ninguna de aquellas. Siguieron buscando, y cuando la encontraron, al abrir la prelada la vidriera del nicho donde estaba, dijo mi venerada Madre, abrazándose a ella: Esta, esta es. Sorprendida la Abadesa, por no haber visto nunca aquella imagen, le preguntó y mandó que, como Prelada, le dijese lo que aquello significaba. Mi amada madre le dio cuenta de cuánto había pasado, y de cómo la Reina del Cielo le había dicho que: «Así como la Señora sujetaba al demonio, así ella cuidase del culto de aquella Imagen; que el demonio no volvería a golpearla ni a asustarla».

Uno y otro se cumplió enteramente, porque desde aquel dichoso y memorable día, cesaron todo estrépito y golpes, nada se volvió a oír en el convento, y la sierva de Dios quedó tan segura, que jamás el demonio la volvió a dar el más mínimo golpe ni susto, pudiendo andar ya, con entera libertad, sola por todas partes. La Madre Pilar quedó con la mayor tranquilidad, descanso y gozo, como ella misma declara, añadiendo: «El culto de la Señora ella -la sierva de Dios- lo empezó y se fue y va aumentando cada día como es público, y tan admirablemente, y porque tengo apuntado para la historia de la señora en otra parte, no digo ahora de esto. Solo diré, que parece ha vinculado el Señor en esta portentosa imagen el alivio, consuelo y remedio de todos; pero esta su amada y predilecta Esposa, sin que sea exageración, bien se puede decir que todo lo tiene y halla en ella, como se sabrá cuando se sepan los extraordinarios padecimientos y trabajos grandísimos, tribulaciones y angustias que ha padecido, y los peligros inevitables en que ha estado su vida».

Volviendo al descubrimiento de la peregrina Imagen, repito que la Madre Abadesa quedó sorprendida y admirada al verla y enterarse de todo lo ocurrido. Llamó a las religiosas y les preguntó si alguna había visto antes en la Comunidad aquella preciosa Imagen. Todas dijeron que no. Dio la Madre Pilar aviso al Rdo. Padre guardián del Convento de Ntro. Padre San Francisco, el cual fue, se enteró de todo, hizo algunas preguntas y pruebas y, en presencia del prelado desapareció la santa imagen. Estuvo esperando un poco y, confuso y lleno de pena, se marchó al convento. Envió cartas patentes a todos los conventos de religiosos y religiosas de la Provincia, suplicando se hiciesen rogativas por una urgente necesidad. Con esto cobró confianza, y el día 15, volvió al convento de Caballero de Gracia, de nueve a diez de la mañana, entró en clausura y, estando en la Celda de Oficios con la Rda. Madre Abadesa y con la sierva de Dios, volvió la sagrada Imagen y se colocó a su lado. Inmensa fue la alegría de los tres; dieron gracias a Dios y a la Santísima Virgen y empezaron a tomar disposiciones para dar culto a tan prodigiosa Imagen. Dieron cuenta a Su Santidad el Papa Gregorio XVI de esta milagrosa aparición, y Su Santidad concedió muchas gracias  especiales a los que en ciertos días del año visiten el altar de la Sagrada Imagen, como consta en la Bula que conservamos de tan Santo Padre, el cual la tuvo siempre gran devoción, y he oído decir varias veces, que, habiendo manifestado Su Santidad grandes deseos de verla y venerarla, la Santísima Virgen se lo concedió de un modo muy providencial y maravilloso.

El año 1863 oí referir de mi venerada Madre Patrocinio a su Director Espiritual, el muy Rdo. P. Fr. Mariano Estarta, Provincial de la Santa Provincia de Cantabria y fundador en ella de varios conventos, lo que sigue:  <<En la noche del día siguiente de la primera aparición, después de maitines, tuvo su Reverencia otra celestial visión de la Santísima Virgen con la preciosa imagen del Olvido en sus purísimas manos; y le dijo, que en las suyas iba a poner, con aquella Sagrada Imagen, todas las misericordias de su Santísimo Hijo; para que las distribuyese en su nombre a los mortales; segura de que, lo que por caridad hiciera a sus hermanos, eso mismo confirmarían la celestial Señora y su divino Hijo en el Cielo>>.

 

Todo lo cual se lee en unos apuntes de la sierva de Dios, donde refiere al detalle esta aparición maravillosa. Dice así: <<Clamaba mucho en esta ocasión por las necesidades que tanto afligen a la Santa Iglesia y el Dulce Amor se me manifestó severo, airado y como dando muestras de que quería castigarnos. Le dije: Esposo mío, ¿para cuándo son vuestras misericordias? Me dijo: Pide, Esposa mía, que cuanto pidas seré liberal para concedértelo. Pedía sin límites; entonces, mi Dulce Amor me manifestó el lastimoso estado en que se hallaba la Santa Iglesia. Moría de dolor y mis angustias crecían sobremanera. Me dijo mi Dulce Esposo: Paloma mía, mi amor no puede verte afligida; aquí tienes a mi Madre, que siempre será tu guía, consuelo y amparo. Se manifestó de nuevo la Benditísima Virgen con esta preciosísima, portentísima (sic) e invictísima Imagen en sus soberanas manos. Me dijo la Soberana y Divina Señora: Hija mía ¿por qué se contrista tu corazón, si todas las misericordias y tesoros de mi Hijo voy a poner en tus manos, por medio de esta mi soberana Imagen, para que las distribuyas en mi nombre a los mortales, segura de que las que hicieses por amor a tus hermanos, esas mismas confirmamos mi Hijo y yo, que soy tu madre, en el Cielo? Díjela: Señora y Reina mía, ¿no veis la España; no veis los males que nos afligen? Hija mía, los veo; pero no puede mi amor ser más benéfico para con los hombres. Ellos se olvidan de mí y retiran las misericordias; y por esto, a esta imagen le darás el título misterioso del Olvido; para darles a entender, que me han olvidado; pero yo que soy vuestra tierna y amorosa madre, quiero poner a vista de todos los mortales en esta Imagen mía, que jamás mis misericordias se apartan de ellos>>. Miraba yo con gran ternura a tan divino simulacro; cuando vi que mi invictísima Reina cogió un pañuelo de manos del Príncipe San Miguel, y aplicándole a la soberana llaga del costado de nuestro amante Jesús, lo empapó la Divina Señora en sangre de aquel divino y deífico Corazón; y después, aquel pañuelo, así empapado, le puso sobre esta encantadora Imagen, y después vi que la soberana Reina rociaba a este pueblo con la sangre preciosísima. Díjome  luego: ¿Hija mía, ¿me amas? Hasta tres veces. Díjela: Señora mía, Vos sabéis que os amo y deseo ser toda vuestra. Pues a tu solicitud y cuidado dejo el culto y veneración de esta sagrada imagen mía con el título de Olvido, Triunfo y Misericordias. Ella será la  consoladora del mundo y todo afligido encontrará en mí por la mediación de esta mi imagen, el consuelo. Al alma que rendida a sus pies me pidiese alguna cosa, jamás se la negará mi amor. Será el consuelo del mundo y la alegría de la Iglesia Católica y, por su medio, mi Hijo y yo recibiremos culto. Tú, hija mía, alcanzarás victoria del poder de Satanás, y tu Comunidad, perfección en servirme. Me entregó la soberana Reina esta portentísima Imagen, este encanto de los Cielos y la Tierra, y empezó en el Cielo una celestial música entonando la Salve y otros sagrados cánticos; todos los cortesanos del Cielo se daban parabienes. La Santísima Trinidad la bendijo, igualmente la Santísima Virgen María y después todos los cortesanos del Cielo llegaron a adorar a su Reina y Señora en esta soberana y encantadora madre del Olvido. (De unos apuntes de la sierva de Dios)”.

Sor María Isabel de Jesús, Vida admirable. pp. 48-53.

[1] Fue tradicional en nuestras Comunidades esta fecha de la aparición, y la confirmó antes de morir la misma sierva de Dios (Nota de Sor María Isabel de Jesús)